Diario de León
Publicado por
JULIA NAVARRO
León

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NO FUMO. Hace años que apagué mi último cigarro, de manera que cuando opino sobre la campaña contra los fumadores, lo hago desde la distancia. Verán, me parece una verdadera exageración la «caza» del fumador que se ha puesto en marcha dentro y fuera de nuestro país. Me parece que roza el ridículo que personas mayores se tengan que esconder en los lavabos para fumar un cigarro, o que en pleno invierno tengan que marcharse a la calle para hacer lo mismo. Es evidente que hay que buscar un equilibrio entre el derecho de los no fumadores y el de los fumadores. Así, en los lugares de trabajo se deberían habilitar espacios para fumar o dejar que sean los trabajadores, en función de si todos fuman o no y de las características del lugar de trabajo, quienes decidan como organizarse para fumar. Ahora, la Organización Mundial de la Salud ha anunciado que no contratará a ningún fumador, aunque éste fume en su casa donde no le ve nadie, e incluso despedirá a quien fume. Esta persecución a los fumadores es una exageración. Ya sé que una de las principales causas de mortalidad es el tabaco, pero también mata el estrés, y no digamos la contaminación. Y puede que los aparentemente indefensos móviles que todos utilizamos nos estén enviando ondas al cerebro con consecuencias que aún no sabemos. Y también mata el hambre, con millones de personas que mueren a causa de ésta y de la sed, y no digamos las que pierden la vida en guerras absurdas. Me parece bien que haya campañas que conciencien a los ciudadanos de los males del tabaco, pero sin que los Gobiernos actúen como fanáticos fundamentalistas. En nuestro país se da la paradoja de que podemos contemplar cómo en un parque público alguien se droga sin que eso tenga consecuencias, pero, sin embargo, se empieza a perseguir con saña a quien enciende un cigarro. He visto a personas inyectarse heroína en parques públicos delante de niños y ante la mirada impasible de los responsables de seguridad, simplemente porque la ley lo permite. O sea, que podemos drogarnos en el uso de nuestra libertad, pero no podemos fumar un cigarro. Ya digo que no fumo, que hace muchos años que dejé de fumar, pero me siento solidaria con quienes a mi alrededor se tienen que esconder para encender un cigarrillo. Aquí, o nos pasamos o no llegamos. Y que conste que no defiendo el tabaco, que ya sé que es malísimo, lo que defiendo es que las cosas se hagan en su justa medida, sin fanatismos.

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