Diario de León

EL MIRADOR

Un año menos europeo

Publicado por
VALENTÍ PUIG
León

Creado:

Actualizado:

LO MÁS CERCA que la ciudadanía española está de la Unión Europea es cuando puede achacarle al euro el mayor coste de la cesta de la compra. En los corrillos del mercado se atribuye efectos inflacionarios desmesurados al redondeo de los precios según la unidad monetaria europea. Por lo demás, la Unión Europea nos resulta algo más bien distante, de naturaleza bizantina. Dimos el sí al Tratado constitucional pero porque sí, porque en términos generales no dudamos de los beneficios de estar en la UE, ni tememos por una pérdida de soberanía nacional. Tal vez el resultado español no hubiese sido el mismo de haberse votado después del no de Francia y Holanda, pero esa es una disquisición más bien inútil. La realidad es que antes de los referéndums un tercio de la población europea no había oído hablar para nada del Tratado Constitucional y un 56% reconocía no saber casi nada de su contenido y propósitos. Ni tan siquiera el rifirrafe presupuestario de estos últimos días ha interesado a la opinión pública española. Estamos por lo más cercano, por las rachas de violencia en casa y en la escuela, el enfrentamiento a cara de perro entre gobierno y oposición, el nuevo estatuto catalán, las desventuras del Real Madrid, la penúltima boda o las compras de Navidad. Todo muy previsible y sano. Pasamos por una buena etapa económica, llevada hasta hoy por el ímpetu de las reformas de los ocho años de gobierno liberal-conservador, aunque algunos analistas atisben indicios de desaceleración. De todos modos, a veces uno tiene la sensación de que en general estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades. En estas condiciones, pedir un cierto euro-realismo es perder el tiempo. Lo cierto es que, por el hecho de ser miembros de la UE, participamos de un enojoso trance de incertidumbre. Hay quien da por finiquitado el Tratado Constitucional, como lo dice nada más y nada menos que el presidente de la Comisión, Durao Barroso, y hay quien quisiera revitalizar el maltrecho Tratado, como propone Angela Merkel, nueva estrella en el nublado firmamento europeo. Quedan en el aire las reformas económicas que necesita toda Europa para poder competir con Asia, para innovarse y ser uno de los grandes protagonistas en el mundo sin fronteras de la globalización. Al final de la presidencia semestral británica, Tony Blair, atrapado entre su europeismo y una prensa londinense desaforadamente euroescéptica, dijo lo que todo el mundo sabe desde hace tiempo: la Unión Europea debe hallar el modo y la forma de reconectar con sus ciudadanos. Simposios y conciliábulos se multiplican: hay que buscar la fórmula mágica para lograr esa conexión venturosa entre la ciudadanía y el experimento institucional europeo. Lo más posible es que tal fórmula no exista porque no existe una opinión pública europea, sino veinticinco opiniones públicas nacionales. En no pocos aspectos, la crisis de representatividad existente en la Unión Europea viene ya de sus orígenes. Con la ampliación a Veinticinco, la burbuja ha estallado. Aumentan las reticencias, se degrada la voluntad política, no aparecen liderazgos consistentes. Quizás hayamos sido un poco menos europeos a lo largo de este año 2005.

tracking