De Juana eclipsa al Real Madrid

DE LA inquietante situación política actual da una idea aproximada el hecho de que la crisis institucional del Real Madrid no atrae el interés nacional como en otras ocasiones de convulsiones madridistas. Al Gobierno se le amontona el trabajo, y no siempre lo resuelve bien; a veces por la imposibilidad de resolverlo, como el problema de la inmigración o el de la vivienda, con la derivada del movimiento 'okupa' que hace temblar a los ciudadanos más devotos del derecho de propiedad, al que la Constitución ampara. Pero hay asuntos mal resueltos, al menos inicialmente, como sería la efervescencia reivindicativa en las asociaciones de la Guarda Civil o la ejemplaridad de un castigo para frenar cualquier indisciplina en el Ejército. El arresto anteayer del líder de una asociación militar, el brigada Jorge Bravo, tal vez no produzca el efecto disuasorio deseado, pues la sanción se ha decidido con muchos meses de retraso respecto a la supuesta infracción, pero a los cinco días justos de que el citado brigada se sumase a la concentración de guardias civiles en la plaza Mayor de Madrid, el sábado pasado. Lo peor o lo políticamente más grave es que ETA y su entorno no sólo ocupan el escenario político y mediático, sino que alimentan la argumentación de la ofensiva que el PP lanza sin desmayo contra el Gobierno. Y ese protagonismo etarra -esperemos que sea indefinidamente pasivo, o simplemente pasivo mientras dure- enturbia de tal modo la vida pública que la sociedad ya no es ajena al espectáculo sino que, por tratarse de una cuestión tan pesarosa y cercana, lo sufre. Al menos lo sufre un sector social que nada tendría de minoritario. Y no sólo abastece el problema terrorista de munición argumental a la derecha política y al sector mediático más combativo, en el que algunos medios se instalan habitualmente al borde de la exasperación y, uno de ellos, rigurosamente colérico, amanece demencialmente exasperado, sino que divide a la opinión pública de modo absurdo, forzando al ciudadano a inclinarse por una determinada interpretación de la ley o la contraria, como ha sucedido con el terrorista De Juana Chaos, cuya permanencia en la cárcel produce gran satisfacción al líder popular y disimulada pesadumbre al resto de las fuerzas políticas. Se ha vuelto turbia o más turbia de lo que estaba la vida pública, con la gresca entre partidos o, más exactamente, con la gresca del PP contra el Gobierno trasladada a los tribunales y de modo más llamativo que antes, porque nunca dejaron de echarse pulsos los jueces conservadores y progresistas, aunque el enfrentamiento se daba más bien en su Consejero General, cuyos magistrados suelen coincidir en la interpretación y aplicación de las leyes con el criterio y el interés del partido al que deben el cargo. Pero también en la Audiencia Nacional se alcanza un alto nivel de politización, y si para un juez el líder batasuno Otegi pertenece al mismo tiempo a Batasuna y a ETA, por lo que debiera permanecer pasivo y silencioso, para otro, Garzón concretamente, es demasiado simplista criminalizar a la izquierda aberzale y sostener que la ilegación de Batasuna priva a Otegi de sus derechos políticos y civiles como ciudadano. En la Judicatura habría decrecido circunstancialmente el interés por la crisis institucional del Real Madrid.