El Jueves

HACE años que ni siquiera ojeo El Jueves . Reconozco incluso que nunca me hizo demasiada gracia «la revista que sale los miércoles». Siempre fui más fiel a El Papus , aquella revista «satírica y neurasténica» de vena ácrata que fue hogar de personajes cáusticos como el Makinavaja o el sargento Arensivia de las «Historias de la puta mili». Durante la transición, una bomba fascista destrozó sus instalaciones causando un muerto y varios heridos. Luego, cuando el país se volvió tan jodidamente correcto que la sátira política se convirtió en prensa rosa, ya no había hueco para un producto así y El Papus desapareció. Si no fuera por la gravedad del caso, el secuestro de un número de El Jueves , a instancias nada menos que de la fiscalía general del estado, por entender que una portada un tanto chusca ofendía a la Corona, parecería un chiste. Un chiste sin gracia y viejo como el lenguaje del juez encargado del caso, que reclama a la empresa editora «los moldes» de la publicación, saltándose de un plumazo medio siglo de tecnología en artes gráficas. La drástica medida del secuestro es una metedura de pata que amplifica el supuesto agravio, deja al gobierno con el culo del talante al aire, a la fiscalía aparentemente entretenida en asuntos menores (con la que está cayendo), y al país asombrado: los más jóvenes desconocían siquiera la facultad judicial de retirar una revista de los quioscos por hipotéticos agravios a la Casa Real que, por cierto, debe estar que trina: con monárquicos como éstos, para que queremos republicanos. Las últimas noticias sobre el asunto ya nos dejan más tranquilos: los autores de la «real» caricatura no irán a la cárcel... ¡Manda carallo!.