Diario de León

TRIBUNA

Estatuto, León y leonesismo político

Publicado por
Laureano M. Rubio Pérez
León

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La democracia, definida como el menos malo de los sistemas políticos, en la práctica no siempre hace referencia al propio contenido teórico del tema, sino que se convierte en partitocracia una vez que los partidos establecidos en el propio sistema son los que deciden directamente puenteando a los ciudadanos. A estas alturas de la película y del contubernio instaurado por los poderes dominantes, incluso los que no siendo políticos se benefician del sistema, a uno le cuesta entender el porqué los ciudadanos de Cataluña, Andalucía, etc., pueden opinar en referéndum sobre su estatuto y los ciudadanos del Reino de Castilla y León no lo pueden hacer y todo en aras a entender que la población ya se manifiesta cada cuatro años al elegir, eso sí en listas cerradas a aquellas opciones que perfectamente legalizadas cuentan con medios, recursos y apoyos fácticos para camelar al pueblo por no decir un calificativo más realista. Pues bien, lo ocurrido en días pasados con la aprobación definitiva por los poderes dominantes, en los que no está representado el partido mayoritario abstencionista, con el estatuto de Castilla y León (a ver si se entera el presidente del Senado pues constantemente se refería al estatuto castellano-leonés), no sólo es triste sino que refleja el no va más de la partitocracia y sus valedores, toda vez que son conscientes que si lo hubiesen sometido a referéndum (democracia) el resultado hubiese sido altamente negativo, tanto en Burgos como en León. El pueblo, aunque ignorante, no es tonto y a buen seguro es consciente de los intereses de los grupos dominantes y de las consecuencias que supone a la hora de aniquilar definitivamente más de diez siglos de Historia y de derechos históricos del pueblo leonés y de su reino. Otra cosa muy distinta es la única opción que les queda cada cuatro años a la hora de cumplir con lo que el sistema partitocrático le impone. No sé si las intenciones del alcalde de León son sinceras o electoralistas, toda vez que es consciente del arraigo social leonesista y el desamparo político en el que se encuentra, pero lo que sí sé es que tiene razón al afirmar que ese «no es nuestro estatuto» por mucho que se empeñen los poderes dominantes, los políticos de turno y el sistema partitocrático español, incluidos los indecentes, por no llamarlos de otra forma partidos nacionalistas, o el propio Izquierda Unida y los sindicatos de clase que van por la vida como defensor de las causas perdidas de los pueblos. Y a decir verdad pudo ser en parte nuestro estatuto de no ser por la posición cerril, miedo o no sé qué oscuras razones esgrimidas por los partidos dominantes y sobre todo por los representantes políticos leoneses que son conscientes e incluso temen al futuro toda vez que los jóvenes leoneses cada vez son más conscientes de lo que están haciendo con su tierra y con sus derechos ampliamente reconocidos a otros pueblos. Pudo ser nuestro estatuto si desde el principio hubiesen entendido que esta comunidad está formada por dos regiones históricas, por dos reinos, por dos realidades sociales y económicas distintas, por una consideración que respetaron, desde las propias Cortes de Cádiz a las que acuden más representantes del Reino de León que del de Castilla, hasta la Cámara del Senado del propio régimen franquista. Pudo ser nuestro estatuto si desde el principio los poderes dominantes hubiesen intentado unir a partir de reconocer, respetar y afianzar dos realidades diferenciales y no unir a partir de destruir una de ellas y castellanizar el proceso al más puro estilo absolutista de Felipe V cuando impuso la Nueva Planta a la Corona de Aragón. En fin, pudo ser nuestro estatuto si se le hubiese reconocido a León, entre otras cosas, el derecho a ostentar la sede de las cortes autonómicas o si desde la descentralización del poder se hubiese beneficiado a Zamora en aras de sus derechos y a lo que aporta la economía de la autonomía. Pero, desde el principio se pretendió hacer de Valladolid la capital del nuevo imperio y todo el esfuerzo y dinero se empeñó en crear instituciones inútiles, comprar voluntades, manipular y prostituir nuestra historia y todo por construir conciencia castellano-leonesa, como si las señas de identidad de los pueblos y sus sentimientos territoriales se pudiesen crear por decreto y, lo que es peor, desde el agravio comparativo. Ahora bien, el espectáculo político y social ante tal aprobación fue lamentable. Lamentable por las actitudes prepotentes de los políticos de Valladolid y de León y de todas las fuerzas dominantes con no pocos intereses. Lamentable porque los dirigentes de esta partitocracia no se dieron cuenta que el pueblo leonés, especialmente los jóvenes y el mundo universitario no participó en el festín porque o no lo le interesaba o pasó del evento desde la no identificación del sistema partitocrático. Pero, más lamentable fue la posición del leonesismo político y de un partido que como la U.P.L. tiene aún altos cargos con responsabilidad política. Un partido que no tiene fuerza, ni medios, ni capacidad de movilización, por muchos afiliados que dicen tener, para haber hecho ruido y frente a tal situación. Tan sólo algunos miembros en representación de Ciudadanos tuvieron las agallas de manifestar su rechazo y a la vez asistir al desprecio y desplante de una insigne e incompetente concejala de la U.P.L., cuyo nombramiento, de la que el pueblo sólo sabe que tiene dedicación exclusiva y que aprobó sin rubor la subida del I.B.I. a pesar de desconocer lo que hace y a lo que se dedica. Ahora entiendo porqué se opuso en el último congreso de la U.P.L. a la reforma estatutaria, aprobada y no cumplida por el partido, de que los altos cargos diesen al partido el 10% de sus ingresos. Si la U.P.L. hubiese cumplido aquella reforma tendría dinero para fletar autobuses y facilitar a los ciudadanos leoneses su presencia y rechazo ante tal grave injusticia colectiva. En esta misma línea y desde la perplejidad de la ausencia de los altos cargos autonómicos, Otero-Castresana, o del presidente del partido y sus acólitos, que deberían haber estado junto a los representantes de Ciudadanos enarbolando la bandera del Reino de León, uno se pregunta, sobre todo después del pucherazo descarado: ¿para qué va a servir el congreso de la U.P.L.? la respuesta se la dejo a los leonesas y de forma especial a los concejales y alcaldes de nuestros queridos pueblos que cada legislatura mantienen el leonesismo rural a costa de poner dinero de sus bolsillos mientras que el partido en quiebra total está en manos del crédito de Caja España y mientras que los responsables, no sé si se dieron cuenta, se pasaron por el forro de sus bolsillos la ponencia reforma aprobada por abrumadora mayoría por la que se obligaba a nombrar un secretario de finanzas, a hacer presupuestos, a dar las cuentas a los afiliados y a restituir al partido parte de las ganancias de su profesión política. Desde la única pretensión de fortalecer el leonesismo político y de hacer que hubiese una unión con el social, la realidad fue diferente pese al aviso de un experto: tocas donde más duele. Así las cosas, el futuro no sólo es negro, pero otras causas más difíciles se han ganado. El proceso histórico hay que verlo en la media y en la larga duración, no en la corta. El tiempo lo dirá. Enhorabuena a los vencedores.

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