Diario de León
Publicado por
VENANCIO IGLESIAS MARTÍN
León

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Cuando se produce un atentado, es de ver cómo la cara de los políticos ocupa la pequeña pantalla y cómo rivalizan entre sí para adjetivar el crimen: execrable, cobarde, abominable, despreciable, etc. Las palabras son el primer acto de repulsa. Comprometen, claro, y la prueba es que los demócratas, exigen al partido de los terroristas la condena del acto; y la negativa a condenar el crimen se suele considerar prueba de convicción de que, esos políticos que cobran de los impuestos que pagan los asesinados, son parte integrante de la banda asesina. Y la banda se muere de la risa, como dice uno de mi pueblo. ¿Pero qué estamos diciendo? ¿Te has percatado, lector? ¡El terrorismo tiene un partido en las instituciones! ¿Te imaginas, lector, (ya lo he dicho) que la democracia más avanzada del mundo (quiérase o no, la de EEUU), te imaginas a republicanos y demócratas exigiendo al partido político de Bin Laden, en el Congreso, una condena por el 11S? ¿Te imaginas un partido de la yihad en el parlamento inglés, francés o alemán? Sólo en nuestra democracia estamos curados de espanto. Sólo aquí puede ocurrir de todo sin que suba un adarme nuestra negativa a aceptarlo. Dos enfermeras asturianas conversan mientras toman café. Una dice: -Anoche nacionos un neñu con dos cabeces, ho. Y la otra contesta sorbiendo la taza: -¡Vaya por Dios, fía! Los terroristas están en las instituciones, en el sistema, y a los políticos que lo han permitido no se les cae la cara de vergüenza o se produce entre ellos una epidemia de dimisiones, como la de la entrañable Rosa Díez. ¡Vaya por Dios! ¿Nuestras izquierdas son tontas del culo? ¡Vaya por Dios! Y no se nos diga que los terroristas tienen derecho a estar, porque entonces esas peticiones de condena a ANV tienen una carga de cinismo insoportable para cualquier inteligencia por limitada que sea. ¡Vaya, vaya, vaya por Dios! Vuelve a pesar sobre nuestro socialismo la muda acusación de conducta de mala fe. Que ETA esté en las instituciones es conquista de la coalición de los partidos de izquierdas y nacionalistas. Nuestra derecha, por mucha torpeza que haya tenido en su gestión de oposición, tiene en este punto las manos limpias. Le honra su negativa a participar en aquella tángana del falso diálogo y la mala fe entre los negociadores. Y el escarmiento supongo que reorientará la política del PSOE al ganar las elecciones. Muy interesante (¡Dios santo, tener que llamar interesante a eso)es el mensaje de ETA con el último atentado. ¿Mensaje? Cada acto terrorista lo tiene y el mismo acto fija el destinatario del mensaje. El asesinado era un hombre de buena fe: tan buena que había abandonado la política activa. ¡Vaya por Dios, hombre! ¿Y matáronlo? Muy interesante que la víctima sea socialista, porque el mensaje va para el Gobierno y para el partido del Gobierno. Y el mensaje viene además con una lección pedagógica: -Cuando te di tregua, es porque necesitaba un respiro. Mantener las armas es mantener la hostilidad porque las armas son la embajada de nuestras intenciones. Este regalo que te hago, aunque te fastidie, -¡y cuánto!- te dará votos en las elecciones. Y los votantes dicen: -¡Vaya por Dios! En este terreno, ETA juega con doble ventaja. Por un lado llama a sus asesinos gloriosos gudaris y los presenta ante sus simpatizantes como héroes de la libertad frente al invasor. Por otro, cuando son apresados se acogen cínicamente a las leyes de la «nación» española invasora y a toda clase de derechos humanos de los que se ríen. En esta perspectiva se entiende muy bien la orden directa de la Thatcher de «tirar a matar» y dejarse de sutilezas. ¿Cómo es posible que nuestra legislación sea tan idiota que compruebe con minucia si al asesino fue tratado con el más exquisito respeto? ¿Cómo es posible que la policía tenga que dar cuenta de la proporcionalidad de la violencia que usa en la detención? ¿Que sabiendo que el enemigo tiene intenciones asesinas, pues lleva un arma, tenga que averiguar en fracciones de segundo si debe o no usar toda la fuerza incluida el uso de las armas propias? ¡Vaya, vaya por Dios! ¡Así nos luce el pelo! No nos engañemos. Quien lleva un arma está en guerra, no en conflicto. Y la guerra tiene sus fases frías y calientes. Las calientes son época de fuego, de uso sistemático de las armas. Las frías, mal llamadas de «paz o tregua», son épocas de re arme, de cálculo de posibilidades, de comprobación de la fuerza del enemigo, de consumo de productos de guerra y aumento de los arsenales. La torpeza de nuestra izquierda en este punto es de todos conocida. Otra cosa es que se disculpe más o menos según la dosis de partidismo idiota que cada cual mantenga. Cuando ETA dio su tregua, el Gobierno se apresuró a interpretar: -Hay rumores de que podría negociarse. Parece que la bestia está debilitada, ¿no convendría negociar la entrega de las armas y el desmantelamiento de la organización? La interpretación era ingenua pero comprensible. Una vez visto que no quería entregar las armas era claro que lo que quería era un respiro para reorganizarse. Y aquí es donde el Gobierno se equivocó en la interpretación. Los mensajes siguientes ponen muertos y devastación en la mesa de negociaciones, diciéndole a su interlocutor: -Sólo un tonto dialoga con alguien que tiene una pistola en la sobaquera. Es más: el terrorismo usa pistolas, bombas, granadas de carga hueca y otros artefactos de guerra, porque no dispone de otras más eficaces. Si dispusiera de armamento nuclear o de misiles smart, de esos que «piensan» mientras vuelan hacia el objetivo, los usaría. No hay que engañarse. El asesinato de ese pobre chico en Mondragón, el de los guardias civiles en Francia o los dos inmigrantes de la T4 son la señal. Los sujetos que los llevaron a cabo actuarían del mismo modo y con mayor gozo si en lugar de un pobre, gran muchacho socialista, los guardias civiles, o los inmigrantes, fuera el propio rey o el presidente de Gobierno. Por eso hay que dejarse de mandangas. Una victoria (eso se extrae de cualquier manual de guerra) no es total si no se desarma o elimina al enemigo. Y si el enemigo mantiene las armas entonces, eso: ni pan, ni agua, ni paz, ni tregua, ni conversación y, o jaula de por vida, o el mismo trato que él da a sus víctimas. Señores de la política. Menos declaraciones de condolencia y pónganse a trabajar, ¡zánganos! en una ley que permita a sus agentes actuar sin tanta cortapisa. Ya hay un organismo de control llamado de asuntos internos. O se confía en nuestros agentes, o no. Y si no, pues no vale la pena exponerlos a ser asesinados y a toda esa mandanga de declaraciones posteriores, algunas de ellas tan cínicas como la del lendakari de todos los vascos y las vascas, que b asta ver su cara en los medios,- ¡Vaya por Dios! -para sentir bascas en el estómago.

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