Pedir cuentas

LOS DICTADORES, según un unánime acuerdo entre ellos, sólo responden ante Dios y ante la Historia. Como si la Historia no se escribiera y se borrara en sus sucesivas ediciones y como si Dios no tuviese otra cosa que hacer que preocuparse de los inquilinos de este pequeño planeta situado en el extrarradio de la creación. Los presidentes elegidos por el pueblo, a diferencia de los dictadores, están obligados a dar explicaciones a sus contemporáneos. Ahora el PP va a auditar los gastos de palacio de Zapatero. Curiosamente, los auditores no oían nada cuando estaban en el poder, pero han arrimado la oreja y están dispuestos a investigar hasta la factura de la luz en Moncloa. La verdad es que es llamativo que gentes con tan pocas ideas luminosas paguen 806.000 euros, pero no para ahí la cosa: tienen curiosidad por saber el importe de otras partidas, por ejemplo la de 28,3 millones de euros para 644 asesores. Los llamados gastos de palacio del señor presidente no van despacio. Han tomado carrerilla. ¿Cómo se puede escuchar los sabios consejos de tanta gente? Forzoso es sospechar que algunos sospechen y haya que elegir entre criterios contradictorios. Nixon confesó en cierta ocasión que tenía cien consejeros económicos y que sabía que uno de ellos tenía razón, pero no sabía cuál. Sería deseable que entre el ejército de mercenarios áulicos hubiera alguien que le aconsejara al presidente prescindir de la mitad menos uno de sus consejeros. Supondría un ahorro importantísimo quedarse con un número más discreto de caraduras en tiempos en los que está garantizada la dureza. Desgraciadamente, lo que exige la Oposición para aprobar el plan del Gobierno es que «el dinero vaya a parar a las familias». Omite decir a qué familias.