Sin ellas
LA puerta del Sol es uno de los lugares más variopintos del planeta. Lo que la hace más plural son los mensajes que alberga entre el bullicio: lo mismo te encuentras con un hombre anuncio de «abrazos gratis» que te topas con música indígena. La generosidad de Sol dejó hace unos días hueco para que el colectivo de empleadas de hogar presentara al foro sus reivindicaciones. Desde
nos ha llegado la reseña audiovisual del evento vía Cáritas de León: «Domésticas, unidas, jamás serán vencidas», dice una de las soflamas que corearon estas aguerridas mujeres que salieron a la calle con pancartas como delantales y un megáfono en vez de la aspiradora.
Sus acentos nos ofrecen un retrato de la empleada de hogar tipo en nuestro país: mujeres extranjeras que llegan a España en busca de un futuro y que sustituyen a las mujeres autóctonas en las cargas domésticas y de cuidado de las personas. Extranjeras o españolas, las empleadas de hogar son mujeres confinadas en un régimen especial de la Seguridad Social que les priva de derechos elementales como la prestación por desempleo, la protección por embarazo y mantiene a muchas en la economía sumergida. La cuestión es si la reforma que prepara el Gobierno va a mejorar su situación o sólo los beneficios de empresas intermediarias, como denunciaron en Sol.
Lo escandaloso es que la precariedad de estas mujeres -”y algunos hombres-” tiene su raíz en la falta de servicios sociales para atender las necesidades familiares en una sociedad en transformación en la que los roles tradicionales masculinos y femeninos se tambalean. La desvalorización del trabajo doméstico, el remunerado precariamente y el que no se paga a esa masa silenciosa de mujeres que lo desempeñan, es una realidad histórica universal. Pero, como dicen ellas, ¿qué pasaría si un día el mundo se levanta y nadie hace la comida, la compra, cuida a la abuela, va al médico y al colegio con las criaturas, limpia los baños... o hace esas ricas natillas?
Lo decían las soflamas de la manifestación de Sol: «Sin nosotras no se mueve el mundo», aunque no aparezcan en los libros de economía.