Medallas

ANDA ALBOROTADO el ruedo ibérico. Las recompensas que se otorgan en los despachos no siempre tienen que ver con las que coinciden con quienes han visto las cosas. El público de los toros, aunque Lorca, que era un gran aficionado, hablara del cuero y la pana de muchedumbre sedienta, es desde siempre nuestro ejemplo más aproximado a la democracia real. Elige sobre la marcha. No le importa que el presidente de la corrida, que con frecuencia se cree el César momentáneo, tenga la última palabra sobre la segunda oreja. Ya ha escogido él. Paco Camino, que fue un torero grandioso, y José Tomás, que ahora es el más grande, o el más emocionante, han devuelto sus Medallas de Bellas Artes. Todo el mundo sabe por qué, aunque ellos no le nombren: porque el Ministerio de Cultura le ha concedido una chapa idéntica a Rivera Ordóñez, que es un chico esforzado.

¿Tienen derecho los ídolos a admitir sus colegas de hornacina? Siempre se ha dicho que el toro es el que pone a cada uno en su sitio y eso no lo altera una decisión del Consejo de Ministros, que a menudo no está bien aconsejado. La gente del pueblo nunca le ha hecho demasiado caso a las medallas. -˜Pechos de lata-™ les llaman a los que exhiben en los desfiles una acumulación excesiva de condecoraciones, pero eso es una cosa y otra el derecho a estar acompañados de gentes que merezcan su aprobación. Si a García Posada le dieran el Premio Nobel, ¿debiera renunciar García Márquez? Paco Camino y José Tomás tienen en común con Rivera Ordóñez que son toreros los tres y los citados escritores tienen en común el apellido García. No hay que sacar las cosas de quicio. Más que nada porque ni las medallas ni los títulos sirven como llaves para abrir las puertas de eso que llaman gloria.