Por pronto pago

LA ADMINISTRACIÓN Pública española, desde que Larra andaba a gatas, siempre se ha caracterizado por su tardanza en satisfacer sus deudas contraídas y llevadas, lo cual le ha venido procurando una tardía satisfacción a sus pacientes acreedores. La verdad es que paga tarde, mal y siempre. Ahora la CE la quiere obligar a que paguen sus facturas en 30 días, lo que equivale a instituir el mes del Cobro, del mismo modo que otros instituyeron el mes de María. El presidente de la Comisión Europea, la CE para los íntimos, desea que la medida entre en vigor el próximo año y amenaza a quienes la incumplan con abonar intereses y gastos de demora. Ha llegado un momento en el que los españoles se pueden dividir en dos grandes grupos: los que no pagan nunca, porque no pueden, y los que tardan lo más posible en hacer frente a sus deudas. Las excusas son, a la vez, múltiples y monótonas. Falta liquidez. O sea, que nuestro sistema no era tan sólido como nos venían contando algunos tarugos aupados a altos cargos de las finanzas. Varias cajas de ahorro necesitan más capital para sanear sus enfermos balances tras la intervención de Caja Castilla-La Mancha y la reestructuración del maltrecho sector se puede traducir en un menor número de entidades y en un mayor número de parados.

Oscuro e incierto se presenta el corto mandato de los nuevos ministros. No hay más que fijarse en las caras de pésame que exhiben cuando alguien les felicita. ¿Cómo pedirles que arreglen el desaguisado cuando acaban de entrar en la cocina gubernamental? El problema no es sólo nuestro. Lo nuestro es el modo ineficaz de abordarlo. El 60 por ciento de los trabajadores de todo el mundo está en la economía sumergida. Sin contar a los que se ahogaron al naufragar sus pateras.