Diario de León

Sexualidad, cultura y educación

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Tribuna | Jesús López Medel

Jurista. Académico

Han sido noticia hace meses las violaciones de menores de edad, por también menores. Se han citado lugares, y se han aportado cifras de semejantes «barbaridades». Hubo -de momento- reacciones fuertes. Algunas -precipitadas y cómodas- referentes a una modificación del Código Penal, para ampliar la mayoría de edad penal a los 12 ó 13 años, evitando así la impunidad actual. Pero -anticipo- que se han dado otro tipo de respuestas, que las califico de «hipócritas», y en todo caso contradictorias, en tanto en cuanto revistas, periódicos, tertulias, anuncios, programas televisivos, o de internet, han venido y vienen erosionando, acaso sin darse cuenta, el ecosistema moral de una sociedad. Precisamente transmitiendo los valores básicos de la familia, la juventud, y la infancia. Un clima de cultivo abierto a la permisividad.

Al margen de una reforma penal adecuada y serena, y no improvisada, cuanto antes, los poderes públicos y la sociedad han de ver claro que las causas y efectos han de estudiarse y prevenirse mas a fondo: la ausencia de una cultura de la dignidad personal, y de una educación transversal o especial en el campo de la educación, de lo religioso, y de lo sexual. En este sentido, va mi impresión en estas notas. El tema de la sexualidad y su educación no es nuevo. Se pudiera decir que el Cristianismo da una luz excepcional: todo ser es creado -en cuerpo y alma- por Dios, a su imagen y semejanza. Sobre esta base se desarrolló la civilización occidental. Se puede pensar que las desviaciones de la sexualidad -‘pornografía, violación de menores entre menores, etcétera- representan un atavismo que nos acercaría a la «mortal» de las tribus. Ese factor religioso, educativo, ya se vio, como problema, con la Ley General de Educación de 1970, bajo el ministerio de Villar Palasí, cuando la asignatura de Religión quedó como optativa.

Por aquellos años 70, en la gestión de la enseñanza de iniciativa social, surgieron iniciativas referentes a cómo enfocar, prevenir o desarrollar la educación sexual. Un grupo, dirigido por Ignacio Buqueras, hoy colega en la Real Academia de Doctores de España, ofreció alguna sugerencia en tal sentido. Nuestra idea -expuesta en la obra Libertad y derecho a la enseñanza de la religión , 2004- es que en el seno de la familia en donde debieran realizarse los cursos. Acaso, adelantándonos a iniciativas comparadas como la de la experta británica Valerie Riches, que venía trabajando sobre el tema, con su estudio «El sexo y la transformación de la Sociedad», que fue editado, en 1993, por Acción Familiar. Allí se analizan documentos que en Europa habían tenido su impacto en el cambio de sociedad, como por ejemplo «EI libro rojo del cole», que sería luego desautorizado por los tribunales, y en España, estrenada la democracia, sancionado con una mera falta administrativa.

En la obra citada de Riches, se resumen las investigaciones sobre el efecto contraproducente de programas dirigidos a la juventud, aumentando los abortos, las violaciones, la promiscuidad sexual, el número de jóvenes sexualmente activos que aumentan, y sobre todo en edades más tempranas. En España, el fracaso y la autogestión escolares, derivados de la Lode y la Logse, no ayudaron a una puesta a punto de la formación de una conciencia cultural y moral. Ángel Gabilondo, ex educador salesiano y hoy ministro de Educación, apela -ahora- al pacto escolar, que fue planteado ya en la Ley General de Educación de 1970, y desarrollado por múltiples países, como Bélgica, como hemos estudiado. Sin embargo, se rechazan las subvenciones a los centros concertados de educación diferenciada, por confundir la promiscuidad con la libertad de enseñanza.

Aunque algunos Tribunales Superiores de Justicia, como en Asturias, puedan dar la razón a los centros. Pero es una muestra del desdén de la política educativa, respecto a las opciones de los padres. Y no digamos de algunos textos de educación para la ciudadanía, que por sí mismo pueden constituir materia estimulante para una sexualidad anticipada e «irresponsable».

Si no se hace una reflexión sobre la superación de nuestra enseñanza, el papel de la familia, las medidas penales sobre los menores, serán «pan para hoy y hambre para mañana». Se crea otro tipo de violencia de géneros. Acaso, como en los incendios, habría que señalar «alertas rojas» de fracaso escolar.

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