Diario de León

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EFE/EPA/ALESSANDRO DI MARCO

Tenis | Finales ATP

Alcaraz recupera la sonrisa con su triunfo frente a Rublev

 Tras su complicado estreno en Turín, notablemente mejor en lo físico, aunque todavía no recuperado al completo, Carlos Alcaraz superó con autoridad al ruso Andrey Rublev (6-3 y 7-6 (8)) y mantiene sus opciones de meterse en las semifinales de estas Finales ATP

DO León, un vino con ‘madreo’

El área geográfica de la denominación se ubicada en el sur de la provincia de León, integrando parte de la provincia de Valladolid, en el límite con Zamora y Palencia, con 3.317 kilómetros cuadrados

Factura política

Los aztecas, como teatraliza maravillosamente el musical Malinche, de Nacho Cano, hacían sacrificios humanos a los dioses para aplacar su ira y que no les castigase con lluvias aciagas o sequías funestas. Aquí estamos lamiéndonos las heridas y lanzando el fango unos a otros como en las pinturas negras de Francisco de Goya después de que el dios de la lluvia haya llorado sobre Paiporta y tantos pueblos del cinturón de la capital valenciana. Aquí no hay sacrificios humanos que en la civilización política del siglo XXI se llaman ceses y/o dimisiones, para aplacar, no a los dioses, sino al pueblo soberano que es su equivalente. Pero más pronto que tarde, el dios de la política moderna va a exigir su ofrenda, el sacrificio de algún responsable del caos. Nadie quiere dimitir porque en nuestro mediterráneo país, dimitir significa ser culpable, no solo políticamente, sino penalmente culpable. Y nadie quiere cesar a nadie porque, lo primero es el partido (mi patria es mi partido) o el Gobierno.

El pueblo doliente y cabreado no se conformará con ese relato. El pueblo quiere castigo. Esto no es un asunto de políticos, de corruptelas de partido, de jueces o fiscales a la greña, de luchas por el poder. El enroque del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, en su sillón imputado por presuntamente revelar secretos, le trae sin cuidado a la calle que mira distraída la tele. Incluso, el desfile por los telediarios de los Koldos, Aldamas, Ábalos, resbalan a la mayoría más atenta al entretenimiento y los variados chiringuitos de jugones que a los líos de los políticos. Y, sería para nota, que la opinión de la calle entendiera la gravedad de que una vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodriguez, hubiera pisado, o no, territorio nacional, en la sala de autoridades, el espacio aéreo, o la pista de Barajas. No exigirá por ello sacrificios humanos. Pero cuando llega la muerte, la desolación, la quiebra económica empresarial y llama a tu puerta sin que el poder político y administrativo hagan su trabajo, entonces el azteca que llevamos dentro pedirá sangre. Lo de Valencia generará unos efectos tan potentes que pueden acortar la legislatura.

Una actitud miserable

Cuando se ha cumplido una semana de la riada que arrasó comarcas enteras de Valencia y algunas zonas de Albacete ya disponemos de elementos para subrayar el trazo más llamativo a la par que penoso entorno a lo ocurrido en orden a la gestión de la crisis provocada por la dana. Digámoslo pronto: en las dramáticas horas iniciales el Gobierno de España se declaró observador. Semejante actitud que causa estupor se explica porque el objetivo político de Pedro Sánchez ha sido aprovechar la situación para destruir a Carlos Mazón dejando que un rival de otro partido, un dirigente en agraz como es el presidente de la Generalitat, se ahogara políticamente como previsible consecuencia de su incompetencia. Por eso el Gobierno -primer escalón del Estado- dejó sola a la Generalitat y no acudió desde el primer momento en auxilio de las zonas afectadas movilizando a todo el Ejército, no únicamente a la UME. Pudo haber decretado el estado de urgencia previsto en nuestro ordenamiento constitucional o el estado de alarma. Dicho estado de alarma -según ley de 1981- procede su declaración cuando se produzcan «alteraciones graves de la normalidad, calamidades o desgracias públicas, inundaciones, incendios o accidentes de gran magnitud, crisis sanitarias, etc.» Pudo decretarlo, pero no lo hizo.

Mazón se ha visto sobrepasado por la catástrofe y deberá pagar con su dimisión el precio político por su incompetencia, pero la responsabilidad de Pedro Sánchez en su condición de presidente del Gobierno de España es superior y se alarga hasta el plano de lo moral. Sabíamos por su trayectoria que era un político divisivo que defiende y practica un tipo de estrategia cuyo objetivo es destruir al adversario. Es lo que ha pasado en relación con el desastre provocado por la riada y su decisión de no decretar el estado de urgencia o el de alarma ante la evidencia de que las inundaciones torrenciales habían afectado a más de una comunidad autónoma-la Valenciana de manera destacada, pero también en Castilla La Mancha. Por menos de lo aquí expuesto y por una cuestión de decencia ya tendríamos que estar consignando su dimisión.