Diario de León
Publicado por
ANTONIO NÚÑEZ
León

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Buster Keaton, alias «cara de palo», el maquinista de la General era un ferroviario serio, no como los de ahora. El tío se propuso llegar a la estación, aún a costa de desguazar las tablas de su trenillo como combustible y consiguió ambas cosas. Si hubiera sido maquinista del AVE habría llegado a León con año y pico de retraso sin encontrar ni apeadero. Es el típico ridículo de las películas que nos ponía Zapatero, el cual como cineasta no tiene precio. Para genio de la pantalla él, que también construyó aquí un aeropuerto de la órdiga donde muy bien pudo rodarse Aterriza como puedas si no fuera porque no tiene aviones. Lo dicho, dedicándose al celuloide en vez de a la política el país habría ahorrado mucho.

El filme de que el Ayuntamiento busca apeadero para el AVE es típico de la factoría Zapatero como otros lo son de la Disney, aunque estos últimas suelen acabar bien. Vayamos al grano, digo a la pasta. El mozo expresidente paisano dejó un proyecto de estación para el AVE que iba a costar cuatrocientos millones de euros —unos setenta mil millones de las viejas pesetinas, peseta arriba o abajo— entre andenes, soterramientos de vías y patatín y patatán. Pregunte usted en la familia cuántos cogen el tren, no se descojone de a cómo tocan cada uno y pida un taxi. Lo mismo que en el aeropuerto, donde han cerrado hasta la cantina y el kioskero, oberbookin que no le deseo ni al negocio de mi peor enemigo.

Vaya desde aquí una idea gratis para el alcalde Emilio Gutiérrez, agobiado por no encontrar ubicación para el dichoso apeadero del AVE: «¿Macho, por qué no vuelves a poner las barreras del paso a nivel del Crucero y que las cosas sigan como antes?». Total por cinco minutos a los parados nos iba a dar igual, además de que a muchos nos gusta ver cómo pasa el Alvia a su actual velocidad de crucero, o sea paso de burra.

De nada. Y ojo con otro proyecto faraónico que dejó José Luis para el Crucero: nada menos que un palacio de congresos y exposiciones en la vacía y vaciada azucarera Santa Elvira, que de perpetrarse costará otro río de oro en dinero público. Oiga, dígame usted a cuántos congresos asiste al año y estime para lo que va a servir ese mamotreto, si no es para mantenerlo luego al precio de una pasta gansa colocando a enchufados de todos los partidos. Será por eso que el alcalde Gutiérrez, el del apeadero, no se apea de esta burra.

No puede decirse que las chorradas de Zapatero, así como suena, en dinero público le hayan salido baratas a la provincia. La prueba son los casi cincuenta mil parados que se arrastran desde su mandato. Si Rajoy no ha podido rebajar su número en un año es otra cuestión, pero el muchacho socialista dejó al pais arruinado para una generación entera y lo que cuelga de su herencia en Cataluña. Cuando algunos me reprochan que siga criticándolo cuando ya no manda nada les contesto siempre que piensen en el futuro de sus hijos. Se quedan meditabundos, les pasa el cabreo y acaban dándome la razón. Menos los fanáticos y olvidadizos cuya memoria histórica es sólo para lo que les conviene. ¿Qué coño les importa a mis hijos y nietos la guerra incivil de hace casi un siglo, en la que, por cierto, también mataron a mi abuelo los del mismo bando que al de Zapatero? El mío era tabernero, una pena, y el de él militar, gajes del oficio, chaval.

En la empresa privada el desastre heredado no ha sido menos desastroso. Fíjese usted en Antibióticos, poco menos que en manos de la mafia italiana, o en la desaparecida Caja España —la del bisonte loco, como escribía Victoriano Crémer— que ha ido a parar a los andaluces previo pago de un pastón público y pufos a los preferentistas. Sobre todo en la Caja quedan muchas cosas sin explicar y espero como agua de otoño conocer las indemnizaciones millonarias a los directivos. La del exalcalde socialista Francisco Fernández, que fue de medio millón de euros más cotizaciones por la máxima hasta la jubilación, va a ser calderilla, ojo a la cartilla, comparada con la del presidente Evaristo del Canto Canto, que estudió conmigo en los Maristas aunque con más aprovechamiento. Si bien es verdad que en la Caja tienen pillados los dedos todos los partidos.

Volviendo al apeadero del AVE servidor no puede menos que añorar los viejos y buenos tiempos en que frente a las pegatinas con fotos familiares en el seiscientos «papá no corras» Renfe contraatacó con «papá, ven en tren».

El mío ya no vive, pero, aún así, que ni se le ocurra.

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