Diario de León

EL BAILE DEL AHORCADO

Dios y los padres

León

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Mi abuela decía que la única verdad es Dios y los padres. Tengo 46 años, pero me ha costado muchos menos darme cuenta de que hay pocas cosas más ciertas. Vives y te das cuenta de varias certezas. Una de ellas es que envejecer es ir reduciéndose. Vas siendo y necesitando cada vez menos porque todo lo que pierdes por el camino te hace ver que lo indispensable no existe. La inocencia es una de las primeras actitudes que pones en tela de juicio. Algunos tienen la suerte de seguir creyendo en los demás, otros comenzamos a ver sombras en las palabras y comprendemos que el silencio es una tentación poderosa. Por eso llama la atención que aún haya políticos con candor. Y que conste que lo digo sin ironía. Ser naif es una suerte porque quiere decir que has vivido poco (no es el caso), que has sabido rodearte bien o, simplemente, que lo has tenido demasiado fácil. Y todo esto, a propósito de Antonio Silván, cuyo perfil es tan asombroso como la capacidad de traición de quienes lo han puesto en evidencia. Me gustaría saber cuál fue el proceso de desencanto del alcalde a lo largo de los diez días que duró la jauría. ¿Qué piensa ahora de la puesta en escena del Ritz? ¿cree aún en la lealtad y el honor? ¿cómo interpreta el engaño? Porque toda esa farsa del ‘yo apoyo a los dos, pero mis consejeros te apoyan a tí’, eso de la fiesta nocturna en las NNGG de Valladolid, el cachondeo de las afiliaciones y los impagados, toda esa escenificación de la política de la camorra tendría que haberle hecho ver al alcalde que en política sólo tienes enemigos, que no hace falta haber leído Julio César para saber quién hizo el papel de Casio y quién decidió dar la estocada de gracia, pero hay algo que el alcalde no debería olvidar, y es que cuando la amistad comienza a debilitarse y decaer comienzan los afectos forzados. Vamos, que si se actúa con lealtad, no se necesitan ceremonias de adulación en hoteles de cinco estrellas. Basta con poner en marcha una estrategia. Pues eso, Antonio, alcalde, que Dios y los padres. Queda León, que nunca se sabe, y el caos. Eso ya lo dije en otra columna.

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