Diario de León

A merced de los depredadores

Manuel González había sido diagnosticado de parafilia sádica. Fue condenado a 169 años de prisión por atacar con cuchillos en la vagina a 16 mujeres. Una de ellas murió desangrada. Sin embargo, la abolición de la doctrina Parot le permitió librarse de la pena y salió de la cárcel en 2013. Esta misma semana era detenido por intentar matar...

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cristina fanjul | león

... a otras dos. No es el único. De los 14 violadores que quedaron en libertad tras la derogación de la doctrina Parot, cinco han sido ya detenidos. Al conocido como ‘el loco del chándal’ hay que sumar los casos de Pedro Luis Gallego, Félix Vidal Anido, ‘el violador del estilete’; Pablo García Ribado, ‘el violador del portal’ y Antonio García Carbonell. En León el único caso de este tipo fue el del violador del chándal, Andrés Mayo, que, si bien no fue puesto en libertad a causa de dicha doctrina, cumplió menos de doce años a pesar de que el juez le impuso más de cien. El delincuente regresó a prisión apenas cinco años después tras violar a cuatro mujeres y agredir sexualmente a otras cuatro. La excarcelación de este violador, a los que los expertos califican de «irreconducible», se produjo por «buena conducta». Destaca la portavoz de Adavas, Sagrario Pérez, que la pregunta que hay que hacerse es por qué los hombres utilizan la violencia contra las mujeres y por qué la sociedad mira para otro lado. «Esto son situaciones extremas de gente extrema a quien le han socializado en la consideración de las mujeres como objetos con los que ellos pueden hacer lo que quieran», destaca Sagrario. Las representantes de Adavas hacen hincapié en la necesidad de centrar el debate en las medidas legales se tendrían que haberse adoptado para prevenir que en el momento posterior a la excarcelación, estos sujetos cometiera nuevas agresiones. «En este sentido, cuando un recluso tiene que ser puesto en libertad después de extinguir la condena impuesta y persiste un pronóstico de peligrosidad, es imprescindible que se apliquen todos los recursos jurídicos contemplados en el Código Penal como protección de la sociedad como víctima potencial de nuevas conductas delictivas», defienden. Asimismo, sostienen que, sin llegar a poner a la víctimas como eje de la política criminal —exponente que consideran no sería admisible desde un punto de vista ético-jurídico—se ha avanzado en la defensa de las víctimas. «En el panorama penal-penitenciario español se han incorporado una serie de reformas legales cuyo denominador común es la progresiva elevación, directa o indirecta, de las penas privativas de libertad», manifiestan. En este sentido, hacen referencia a la introducción de la pena denominada prisión permanente revisable para los delitos de extrema gravedad, «que el legislador justifica amparándose en la demanda social».

La ciencia criminalística lo tiene claro. Ricardo Magaz, uno de los expertos que más ha estudiado los perfiles de este tipo delincuencial defiende que no existe un único perfil psicológico o criminal de violador, si bien asegura que dentro de la complejidad hay un rasgo que es prácticamente común: la falta de empatía. «Al agresor no le importa el sufrimiento de la víctima y justifica su acción. Llega a pensar que tiene derecho a realizar el asalto y en ocasiones culpabiliza a la mujer», subraya. Magaz lamenta la creencia, desde su punto de vista equivocada, de que el violador es «un enfermo mental de psiquiátrico, un psicópata o un sociópata». El criminólogo defiende que no es requisito ineludible sufrir una patología que impida conocer la importancia de las normas sociales, como las leyes y los derechos individuales, para cometer una agresión sexual. «Muchas violaciones son llevadas a cabo por personas que no crean alarma social en su modus vivendi diario o que tienen pareja estable», recuerda. Asimismo, el experto desvela que hay muchos tipos de violadores: circunstanciales u oportunistas, violadores explosivos, violadores motivados por odio de género, sádicos, e incluso violadores que intentan buscar comprensión en su víctima. «Los perfiles criminológicos son numerosos», precisa.

Advierte de que, en ocasiones, el violador mata a su víctima, bien porque el acometimiento se le va de las manos o porque después del ataque considera las consecuencias penales de su acción y decide dar muerte a la mujer para no ser identificado en una rueda de reconocimiento. Por último, destaca que la inmensa mayoría se comportan como presos modélicos en su día a día intramuros y en el trato con los funcionarios del centro penitenciario, con lo que la «buena conducta» está garantizada.

Ideología patriarcal

Herminia Suárez fue una de las abogadas que llevó la acusación popular contra Andrés Mayo y destaca que todo sistema se mantiene por la complicidad de los sometidos. «La situación de las mujeres violadas ha sido siempre así y sigue siéndolo», lamenta la letrada, que defiende que los violadores son agresores sistemáticos que no se rehabilitan. «Lo primero que habría que hacer es incidir en la causa de la comisión del delito: una sociedad que considera a las mujer seres inferiores, cosificadas, una sociedad patriarcal en la que la víctima ocupa el último lugar en el sistema penal», deplora. Herminia Suárez asegura que las víctimas de una violación quieren olvidar, pero no les resulta fácil. «A la agresión se une una victimización secundaria terrible», subraya la abogada, que recuerda que las mujeres violadas por Andrés Mayo estuvieron desconectadas del procedimiento durante todo el proceso. «Nadie les informaba de nada. Fue por esa razón que decidimos presentarnos como acusación, porque creíamos que todas las mujeres éramos víctimas», sostiene. Y es que, y según recuerda, ni siquiera avisaron a las mujeres agredidas cuando se detuvo al violador. «Fue todo una ignominia», denuncia la abogada, que incide en el hecho de que el juez de vigilancia penitenciaria aplicó al violador los beneficios que contemplaba la ley sin tener en cuenta las recomendaciones del criminólogo, el psicólogo y el trabajador social de la cárcel. Para Herminia Lucas la posición de la víctima frente a la del agresor está descompensada. «El agresor tiene todos los derechos. Derecho a no declarar, derecho a no decir la verdad... mientras a la víctima se la culpabiliza debido a una ideología patriarcal que cosifica a la mujer y la convierte en un objeto de ocio».

Estrés postraumático

El jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital de León, Francisco Luis Rodríguez, asegura que la mayoría de las mujeres violadas sufren estrés postraumático, un trastorno que hace que la ansiedad se manifieste con insomnio, pesadillas repetitivas, sueño de mala calidad y miedo. El especialista destaca que una violación puede suponer un giro en la biografía de quien la sufre, imponer un cambio en su personalidad. «La recuperación es complicada y larga. Una violación es un golpe muy intenso que puede provocar un cambio que haga que nunca vuelvas a ser el mismo», subraya. En cualquier caso, el psiquiatra recuerda que la recuperación depende de la capacidad de cada cual a enfrentarse a la vida. «La herida puede quedarse abierta o cerrarse con una cicatriz. Hay quien se recupera en semanas, los hay que tardan meses y en algunos casos, se cronifica»...

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