Diario de León
Publicado por
Vanessa Carreño
León

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El otro día no paré en un paso de peatones. Un hombre estaba a punto de cruzar y yo no paré. Llevaba a un familiar a urgencias y necesitaba llegar cuanto antes. Aun así me sentí mal por ese hombre, que levantó las manos y empezó a gritar enfadado, y eso me hizo pensar en la cantidad de veces que juzgamos y condenamos a alguien por un comportamiento, sin valorar ni conocer cuál era su intención al comportarse así.  

Y esto no pasa sólo en los pasos de peatones, pasa continuamente en nuestras relaciones. A hace una cosa que molesta a B, y B entiende que la intención de A cuando hizo eso era mala (faltarle al respeto, hacerle daño, quedar por encima, etc.). Y ya está el lío armado. Porque B no se para a pensar en que la intención del otro podía ser buena. O, al menos, no ser mala.  

Cuando nos pasa algo así no solemos preguntarnos «¿para qué hizo eso?». O «¿qué es lo que quería evitar haciendo eso?». Es decir, «¿cuál era su intención con ese comportamiento?». Por ejemplo, piense en una amiga que miente a otra sobre lo que va a hacer el fin de semana. Si la segunda se entera puede creer que la intención de la primera era engañarla o hacer planes sin ella, cuando tal vez el problema era que le faltaba asertividad para decirle que no le apetecía el plan que la otra le estaba proponiendo.  

Es decir, muchas veces las personas hacemos las cosas de una manera porque no sabemos o no podemos hacerlo mejor, o tal vez para evitar algo que nos da miedo, o para protegernos de algo, o por mil motivos diferentes, pero no con la intención de hacer daño al otro.  

Y por supuesto que la conducta puede seguir siendo incorrecta, pero saber el motivo que puede haber llevado a alguien a comportarse así nos ayuda a entender a esa persona y a ponernos en su lugar. ¿Se da cuenta? ¿Cuántas veces se para a pensar en la intención que se esconde detrás del comportamiento de alguien?  

Tendemos a valorar los actos y a juzgar a las personas por ellos, pero nos olvidamos de la intención. Que, precisamente, es lo más importante.

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