Diario de León

«Reñimos todos los días, pero nos queremos»

El leonés Constantino Castellanos Blanco y la manchega Marina Collado Carcelén celebran sus bodas de Platino tras 65 años de matrimonio. «Cuando la ví me pirró», dice él orgulloso

Marina Collado y Constantino Castellanos se besan en el salón del plenos.

Marina Collado y Constantino Castellanos se besan en el salón del plenos.

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León

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Si vuelven la vista atrás, los 65 años han pasado como un suspiro, como una ráfaga de luz similar a la que el leonés Constantino Castellanos, un minero de la Hullera Vasco Leonesa criado en Santa Lucía de Gordón, vio en Marina Collado Carcelén, una manchega de Chinchilla, Albacete, que llegó a la localidad en la que su familia encontró trabajo.

Él tenía 22 años y ella 19. «Era muy guapa», dice, «Cuando la vi me pirró y ella cayó». Constantino tiene ahora 87 y Marina 85 y los dos se miran con los mismos ojos de entonces, aunque ella bromea y le amenaza con separarse «si no fuera porque me queda poca pensión», guasa que él acepta con agrado y sonríe.

El noviazgo duró once meses y después de 65 años de convivencia y cuatro hijos Constantino dice sentir la misma pasión por su mujer. «Nos hemos querido muchísimo», confiesa «¿El secreto?, quererse mucho aguantar. Nosotros reñimos todos los días, pero nos queremos mucho. Ahora se separan enseguida», dice ella. A la pregunta de por qué aguantar ella mira fijamente y responde. «¿Y es mejor irse con unos y con otros?. Yo no entiendo eso de acostarse con otros hombres, él fue el primero y el único». Constantino se apresura a contestar: «Desde que me lié con ella no he vuelto a andar con ninguna mujer».

Con la presencia del alcalde de León, el salón de plenos del Ayuntamiento se convirtió en el escenario de un homenaje al que asistieron sus hijos y familiares. José Antonio Diez les felicitó en nombre del Ayuntamiento y de todos los leoneses y deseó que sigan sirviendo de ejemplo a los que les rodean.

Para la concejala de Mayores, Lourdes González, el secreto de que este amor haya perdurado se debe a la «empatía, la convivencia, el respeto y el cariño».

Una placa, dulces de comercio justo y la actuación de los hermanos Quiñones cerraron el acto.

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