Diario de León

Cambio climático, virus y mundo rural

Publicado por
Alfonso Fernández Pacios alcalde de Carucedo
León

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Parece ser que la boina de polución que asiduamente envuelve a las grandes ciudades no es la culpable del calentamiento global; ni del transporte de mercancías desde la otra esquina del planeta a nuestra mesa, cuando preferimos comer productos exóticos a los nuestros de temporada. ¿Estos caprichos no dejan huella de carbono?... ¡es de las vacas cuando eructan en el proceso fisiológico y natural de la rumia!

En pasadas fechas, cuando la Cumbre del Clima en Madrid, se le achacaba a la agricultura y ganadería como los causantes principales del cambio climático. Desde el olvidado mundo rural entendíamos que se nos demonizaba, se nos culpaba de los males del mundo, era la puntilla. Era el comentario en la partida de cartas cotidiana mientras escuchamos las noticias de mediodía. ¡Nosotros, que lo estamos cuidando!

Se comienza a hablar de eliminar servicios en los pueblos, léase sanidad, transporte público, inversiones en infraestructuras, no recortar la brecha digital. Incluso algunos mandatarios de las grandes urbes se atrevieron a recomendar grandes inversiones en su ciudad, ¡para combatir la despoblación!, que en los pueblos era “tirar el dinero”. ¿podremos vivir en nuestro país sin los pueblos?

Sentimos menosprecio por el mundo rural, por los pueblos. Hasta la Economía de Mercado nos obvia, quedando de manifiesto en las últimas reclamaciones públicas de agricultores y ganaderos: se pagan los productos por debajo del coste de producción, favoreciendo a proveedores de países con producciones pseudoesclavistas. Un ejemplo, el litro de leche en origen está al mismo precio que hace treinta años. Pero el gasoil, ha subido de 60 pesetas a 1,239 euros en este tiempo. Si ha subido la cesta de la compra, ha beneficiado úexclusivamente a las empresas manufactureras, que no cesan de acumular riqueza. Son los auténticos gestores de nuestra economía, de nuestro mundo. Los trabajadores del campo, los granjeros son el único colectivo social que, aun trabajando de sol a sol, van a la ruina. Su trabajo no está valorado, y su patrimonio empobrecido. Claro que una pequeña parte de este colectivo se está enriqueciendo con las subvenciones, pero esos toman el sol en otro lugar, son especuladores del sistema, que, en nuestro país de pícaros, siempre habrá.

¿Es El Bierzo autosuficiente? Miremos para nuestros campos… Medio país está igual

Llega el Covid-19, que como otras enfermedades zoonóticas emergentes y de gran infectividad, encuentran el caldo de cultivo perfecto en las grandes acumulaciones poblacionales, y que por simple dinámica de poblaciones se expande rápidamente y con gran patogenicidad, ocasionando una gran pandemia. Obliga al estado de alarma: se proclama la cuarentena, se restringe la movilidad, cesa la actividad productiva, industrial y comercial, se cierran fronteras… Entra la histeria. ¿Y si cierran los super? ¡cada uno come de lo que tiene! Este temor mueve a los urbanitas a los orígenes, al recuerdo ancestral, a los pueblos. Donde se supone que sigue habiendo comida, donde no estamos encerrados, donde no hay contagios, donde tenemos a nuestros abuelos y tíos que nos cuiden… pero los pueblos ya no son lo que eran: despensas llenas, huertos cultivados, establos con animales… ahora tenemos una población envejecida, una población de riesgo. Sí, son aquellos que levantaron el país y alimentaron las grandes urbes, cuando no había comercio exterior. Pero que ahora subsisten de una pequeña pensión y que viven al día según lleguen los vendedores ambulantes. Y que necesitan la atención de algunos familiares que se han quedado con ellos y de los trabajadores sociales.

¡No tenemos producción primaria, a ver si nos damos cuenta! ¿Es El Bierzo autosuficiente? Miremos para nuestros campos… Medio país está igual. Si se cierran las fronteras vamos a pasar hambre. No producimos ni siquiera lo que necesitamos. Un país tiene que mirar por todos sus ciudadanos, por autoabastecerse. La producción primaria es la base de nuestra economía, de nuestro bienestar y de nuestra seguridad, tanto alimentaria, social y económica.

Qué curioso que tenga que llegar una crisis para que nos demos cuenta de que en los pueblos está nuestra salvaguarda. A ver si tratamos bien a quienes los mantienen, los cuidan y los conservan.

En unas semanas de crisis ha mejorado la calidad del aire, se ha reducido la contaminación general, y ya se habla de que se contiene el calentamiento global. ¡Pues que fácil lo tenemos! ¿Dónde está pues el problema del cambio climático? Parece que no es en el Medio Rural, ni en sus habitantes…

Si el medio urbano contamina, y el medio rural es un sumidero de carbono, cuyo proceso tiene un beneficio, un precio, que mejor que contribuir con dicha tasa a los pueblos, a los presupuestos de los ayuntamientos rurales. Que no se quede por el camino, como otras compensaciones a las materias primas, energía y agua que sale de nuestros territorios, pero que engordan los presupuestos de otros entes, no los municipales.

Los pequeños ayuntamientos, generalmente ahogados por falta de recursos, gestionarían esos presupuestos, favoreciendo el asentamiento de población en los pueblos, activando la producción primaria, manteniendo servicios e infraestructuras, y sosteniendo el campo y el medio ambiente. Beneficiando la calidad de vida y bienestar de nuestros vecinos, valoraremos a nuestros granjeros, a su trabajo y sus productos, “la vaquiña por lo que vale”. Sería el modo de dignificar el medio rural y a sus habitantes, que tantos ejemplos de solidaridad están dando a nuestro país.

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