Diario de León

Hacia un mundo unido en solidaridad y la fraternidad

Publicado por
Julio Ferreras. Educador
León

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Lo que está ocurriendo en nuestro mundo, en los momentos actuales, parece que no tiene precedentes, al menos en la época histórica de esta humanidad. Por eso, se comienza a pensar en un Antes y un Después, porque lo que vivimos hoy está removiendo los cimientos de nuestra civilización y dando lugar al cambio y desarrollo de un nuevo Paradigma, una nueva visión del mundo (que ya ha comenzado con la física cuántica moderna, la cual intenta sustituir a la antigua visión del mundo de la física mecanicista clásica). La nueva visión de la física cuántica (cercana al Vedanta, al Budismo y a la Mística, y por eso, más humanista y espiritual) está chocando con el materialismo y el capitalismo, la violencia y el egoísmo de la antigua visión, desgraciadamente aún dominante en nuestro mundo. (Esto necesitaría un comentario aparte).

Pero es cada vez más evidente que los grandes acontecimientos que están ocurriendo en los últimos tiempos, a nivel mundial y con un semblante dramático, nos están indicando que la antigua visión del mundo y el viejo paradigma no nos sirven ya, porque nos han llevado a múltiples enfrentamientos y guerras.

«Luchemos para hacer esta vida libre y hermosa, y convertirla en una maravillosa aventura, utilicemos ese poder actuando todos unidos» (Discurso final de la película ‘El gran dictador’, de Charlot)

Es necesario, pues, llevar a cabo un cambio profundo, un gran despertar en el que ha de primar el bienestar general de todos los ciudadanos y se deben limitar los privilegios y las prerrogativas de unos pocos (los que dominan y controlan). Como consecuencia de ello, la humanidad va a verse obligada a dar un paso gigantesco en su evolución. Unidos, sobreviviremos; enfrentados, pereceremos.

Son muchos los momentos y las situaciones difíciles por los que ha atravesado la humanidad a lo largo de su historia, y en que ha prevalecido la ayuda y la unión como la única actitud para superar esas graves etapas; recordemos lo ocurrido después de las dos guerras mundiales del pasado siglo. Esta humanidad, en su conjunto, sufre hoy una crisis única, desconocida hasta el momento, y que puede y debe ser considerada como una prueba más de su nivel particular de evolución, de su capacidad para su propia subsistencia, y sobre todo, de su ética y sus principios dominantes. Es demasiado evidente desgraciadamente que hay un predominio, en nuestro mundo, del egocentrismo y del materialismo, de la ambición y la codicia, de la violencia y la injusticia, que son la causa de que haya tantos pueblos y tantos seres humanos que viven en situaciones extremas de pobreza, de marginación y degradación.

¿Por qué y para qué vivimos, hoy, esta coyuntura tan apremiante? ¿Es fruto de la casualidad o de la causalidad? Deberíamos dedicar algunos minutos para tratar de hallar una respuesta justa (aunque no sea fácil encontrarla), recordando que existe una ley (por encima de las leyes humanas) denominada Ley o Principio de Causa y Efecto, que regula todo cuanto ocurre en el universo desde el umbral de los tiempos, y que podría ser la forma más razonable y lógica de comprender cuanto está ocurriendo con el virus Covid-19. En realidad, se trata, una vez más, de las múltiples y diversas pruebas por las que atraviesan, en su evolución, los individuos y los pueblos, pero esta vez a nivel global, lo cual es mucho más serio.

No debería haber duda de que la actitud más sensata e inteligente, en estos momentos, es la unión, la solidaridad y la fraternidad entre todos los seres humanos, entre todos los pueblos, aceptando voluntariamente esta actitud como la única forma de supervivencia de la humanidad, olvidando las rivalidades y las discrepancias. Se comprueban, cada vez con una mayor claridad, los bellos actos de solidaridad que están surgiendo entre los ciudadanos y entre los pueblos, al tomar conciencia de la necesidad y la conveniencia de ayudarnos mutuamente en estos momentos trascendentales. Deberíamos aprender, de una vez para siempre, que la vida humana, en un mundo unido y solidario, sería una vida feliz para todos.

Esto no es una idea ilusoria, quimérica, es simplemente lo que han manifestado los más grandes seres humanos que han merecido el nombre de Benefactores de la humanidad, pues todos ellos (en todas las épocas, en todas las profesiones y en todos los lugares del mundo) han resaltado la necesidad y la práctica de estas bellas facultades en las que se asienta el verdadero amor: la unidad, la solidaridad, la fraternidad, como medios idóneos de relación entre todos los pueblos, y de forma especial en los momentos más difíciles y complicados de la vida humana. Creo que merece la pena citar a varios de esos Benefactores: «La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo» (Sófocles). «Vana es la filosofía que no sirve para curar algún sufrimiento de los hombres» (Epicuro). «Amor es encontrar en la felicidad de los demás la propia felicidad» (Leibnitz). «He pasado mucho tiempo tratando de encontrar la verdad, y al final he comprendido que soy más feliz entregándome a los demás» (H. Bergson). «No hay más que una manera de ser feliz: vivir para los demás» (L. Tolstoi). «Solo son felices aquellos que no piensan en su propia felicidad, sino en la de los demás» (J. Stuart Mill). «Solo una vida vivida para los demás merece ser vivida» (A. Einstein). «El amor es la fuerza más humilde, pero la más poderosa de que dispone el mundo» (Gandhi). «Luchemos para hacer esta vida libre y hermosa, y convertirla en una maravillosa aventura, utilicemos ese poder actuando todos unidos» (Discurso final de la película El gran dictador, de Charlot).

Después de estas bellas y profundas palabras, lo mejor es el silencio.

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