Diario de León

Los ñus bailan en tiempos de Covid

Ajemos a la pandemia, miles de estos animales cruzan el río Mara, en el suroeste de Kenia, en busca de mejores pastos, un espectáculo suspendido por la crisis sanitaria

Cientos de ñus salen del agua tras cruzar el río en el Parque Nacional de Masái Mara el 7 de agosto. PATRICIA MARTÍNEZ

Cientos de ñus salen del agua tras cruzar el río en el Parque Nacional de Masái Mara el 7 de agosto. PATRICIA MARTÍNEZ

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Ajenos al pavor instaurado por el Covid-19, a la negación del viaje, del abrazo, de las grandes congregaciones; un millón y medio de ñus cruzan como cada año el río Mara, en el suroeste de Kenia, en busca de mejores pastos. Un espectáculo único en el planeta en un año sui generis mermado de turistas.

Jadeantes, miles de estos animales contemplan nerviosos la generosa corriente de agua dulce que surca las doradas planicies de la Reserva Nacional del Masái Mara, y bastará con que tan solo uno de ellos salte al vacío, arranque de cuajo el miedo, se deje vencer por el instinto milenario de hallar alimento- para que el resto le siga en un baile frenético de saltos y humaredas de polvo.

«Del sur de Serengeti —en Tanzania, rumbo norte hacia el Masái Mara, los ñus llegan en busca de mejores pastos, dejando atrás un terreno seco en el que cuentan con escasas fuentes de agua», explica a Efe Sammy Ndambuki, guía turístico desde hace 15 años y quien confiesa no haber visto nunca una Gran Migración «tan vacía» como la de este 2020.

«¡Otros años había más coches que animales!», expresa de forma hiperbólica este padre de dos hijos, «sin embargo, este año tenemos miles y miles de ñus y muy pocas personas», reconoce con cierto pesar quien, por primera vez, vive del turismo doméstico desde que el pasado 12 de marzo irrumpiera el coronavirus en Kenia.

Desde entonces, este país de África oriental ya ha perdido —según estimaciones del Gobierno— 752 millones de dólares (unos 667 millones de euros) a causa del derrumbe del sector turístico; de cuya pujanza dependía a su vez el bienestar de más de dos millones de kenianos, miles de ellos de la etnia masái.

El Masái Mara postpandemia es más silencioso. El rugido tenue de medio centenar de Land Rovers descapotables se apacigua en la inmensidad de sus 1.510 kilómetros cuadrados, mientras aguardan a ambas orillas del río Mara la inminente estampida acuática de miles de ñus. Y entonces el baile comienza.

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