¿Feliz Navidad?
Llega la Navidad y parece que las vidas se paralizan, que por unos días tenemos que mudarnos a una bola de cristal de esas en las que caen copos de nieve y que, al ponerlas del revés, como a muchos nos ponen las fechas navideñas, no deja de nevar y sonar villancicos.
La imagen ideal de niños y mayores sonrientes, comidas deliciosas, paz y amor en abundancia contrasta con una realidad en la que en lugar de la paz reinan las discusiones familiares, la soledad, el consumismo, los balances insatisfactorios y la ingestión excesiva de comida y bebida. Parece que tenemos la obligación de hacer un paréntesis en nuestra cotidiana y mundana rutina y la obligación de estar eufóricos las veinticuatro horas del día.
Sin embargo, escondidas tras la cortina en el refugio del hogar, para muchas personas en estas fechas también aparece la inevitable tendencia a analizar el año, contemplar tristemente todos los objetivos y sueños no cumplidos, hacer análisis de conciencia y proponerse nuevas metas.
Entre las luces navideñas, los villancicos, las comilonas y el gran consumismo de estos días aparece también ese sentimiento de añoranza por las personas que ya no están, los hijos que se fueron sin despedirse de los padres, las familias separadas por la pandemia, la guerra que el año pasado sonaba en todos los hogares españoles y que ahora parece haber desaparecido, pero nunca más lejos de la realidad.
Cuando la felicidad no es derivada de la coherencia entre lo que sentimos, pensamos, hacemos y decimos, sino que se confunde con la euforia y alegría mediática, se transforma en un estrés o en sentirse que uno es raro, distinto. Cuando la felicidad se confunde con la obligación de tener que estar y ser el más alegre de la fiesta, que por otra parte es precisamente uno de los objetivos que el resto del año las personas que nos dedicamos al desarrollo personal tratamos de alejar, la no autenticidad y falta de coherencia, los sentimientos de lo que realmente es la felicidad se esfuman.
Estas fiestas navideñas, al igual que cualquier otra fiesta, están para ser vividas desde la autenticidad con uno mismo, sin necesidad de aparentar lo que se siente o lo que se hace, sin obligaciones.
No hay razones para no ser feliz en Navidad como para no ser felices el resto del año. La única diferencia es que en Navidad parece que la felicidad tiene que ser autoimpuesta y se busca una imagen de la felicidad como si de una lista de deseos, o mejor dicho de obligaciones, se tratase, olvidándonos de una de las grandes y difíciles preguntas a resolver ¿Que es para ti la felicidad? Esta tiene respuestas tan diferentes como personas somos en este planeta, pero parece tener una respuesta única en la época navideña.
La tradición nos dice que, se supone, debemos ser felices en la Navidad, y esto genera mucha presión. Para los que han experimentado pérdidas, para las personas solitarias, personas lejos del hogar, familias con hijos separadas… la Navidad amplifica la sensación de estar perdido y solo.
La Navidad está pensada como una fiesta de encuentro, pero no siempre ocurre así, y muchas veces esos encuentros, que deberían ser lo esperado, se convierten en realidades que presentan grietas, desencuentros, e incluso conflictos no resueltos que nos llevan a la frustración, por una situación idealizada que resulta no ser tan idílica.
Sin embargo, ¿quién tiene las riendas de nuestras vidas?,¿quién controla nuestras emociones más allá de nosotros mismos? La respuesta a estas preguntas es nadie más que yo y como responsables de nuestras vidas, también debemos ser los únicos responsables de elegir lo que queremos o no hacer, lo que nos gustaría o no sentir en estas fechas igual que en el resto del año. Así que ¿porque no aprovechamos las fiestas para hacer lo que realmente deseemos en cada momento? Sin fechas, sin comidas en días establecidos, sin compromisos… lo que en cada momento nos apetezca.
Convirtamos las fiestas navideñas en un momento de balance y reflexión para comprender nuestra vida y comprendernos a nosotros mismos y sobre todo respetarnos y, por si fuera poco, sentar las bases del futuro. Quizás estas navidades sean el momento adecuado para crear un antes y un después marcando realmente nuestros objetivos, pero no como cada año unos objetivos imposibles de conseguir, sin sentido, objetivos también arrastrados por la sociedad o el momento en el que nos encontramos y que año tras año nos hacen atesorar listas de deseos no cumplidos.
Marquémonos objetivos estudiados y alineados con quienes realmente somos y lo que deseamos, esos objetivos por los que estamos dispuestos a cambiar y salir de la, para mi mal llamada, zona de confort que tanto disconfort nos genera en muchas ocasiones. Aprovechemos estas fechas para dar el primer paso a ese autoconocimiento y autocuidado y que la exigencia por esa felicidad fingida no sobrepase nuestra coherencia, que no sea motivo de angustia, frustración sino de un punto de análisis hacia la verdadera felicidad, la nuestra.
En estas navidades, disfruta de aquello que tienes, no de lo que otros dicen que hay que tener sino de lo que a ti te haga sentir bien, porque es así donde se encuentra la verdadera felicidad.