Diario de León

Encuentros para curar el duelo de perder a un hijo

Renacer recupera los grupos de padres y madres que han perdido un hijo. Tras el parón por la pandemia, Adelaida Mateos, impulsora de estas reuniones en la provincia, traslada los encuentros mensuales desde La Bañeza a la Casa de Cultura de Jiménez de Jamuz. «A pesar de todo, decimos un sí rotundo a la vida».

Adelaida Mateos. J. NOTARIO

Adelaida Mateos. J. NOTARIO

León

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Adelaida Mateos perdió a su hijo de 23 años en un accidente de tráfico en el año 1999. Ella tenía 43 años y durante tres años buscó ayuda y apoyo en las consultas de psiquiatras y psicólogos. Uno de estos especialistas le habló de los grupos de apoyo de Renacer y emprendió un viaje a Barcelona para conocer su funcionamiento que le cambió la vida y la impulsó a servir de apoyo a otros padres y madres que pasaran por su misma situación. «El grupo Renacer de León se inició en el año 2002 después de ir a conocerlo a Barcelona, que es la primera ciudad de España donde se formó un grupo. Allí me preparé para llevar a cabo el proyecto del grupo de León y para aprender a coordinar. Años después, el lugar de las reuniones se trasladó de León a La Bañeza hace quince años y desde enero de este año han empezado en la Casa de Cultura de Jiménez de Jamuz.

El grupo recupera las reuniones tras el parón por la pandemia. Padres y madres que han sufrido la muerte de un hijo se reúnen sin reglas, solos o en pareja, en procesos únicos e individuales en los que también tienen cabida abuelos y hermanos, incluso viudos o viudas. «Renacer es para todos, pero todos no son para renacer», asegura Adelaida Mateos.

No hay un número determinado de asistencia para formar un grupo. «Hay reuniones que hemos superados las veinte personas, pero en otras nos hemos juntado cuatro, es un grupo abierto y totalmente gratuito y lo único que se pide a cambio es que aquellos que un día fueron ayudados sean los ayudadores hoy, frente a esos padres que, como todos, van llegando buscando esa ayuda que un día recibieron». El tiempo medio que cada padre o madre acude a las reuniones es variable. «Hay quien se queda por años y hay quien se queda por días; hay quien es constante durante años sin faltar un solo día, y hay quien no vuelve; también quien se va y vuelve; repito que se dan muchos factores en las reuniones. Hay quien se queda para entregar el préstamo y hay quien una vez se ha sentido un tanto recuperado en el proceso no vuelve. El tiempo para cada uno es distinto».

El grupo está formado por personas que enfrentan una dura crisis y un gran sufrimiento. «Como meta, no vamos al grupo a superar el dolor; nos reunimos para encontrarle un sentido y poder suavizarlo y trascenderlo. Los miembros de un grupo no esperan estar bien para ayudar, ayudamos en medio de nuestro dolor, y así vamos viendo como el nuestro se transforma y trasciende. Escuchando a otros padres que han perdido hijos podemos encontrar esperanza, saber que no estamos solos, que no somos los únicos que sufrimos y que se puede salir del sufrimiento—sufrimiento no es igual que dolor— y construir una vida plena apelando a la libertad de elección que todos tenemos, y la responsabilidad frente a esa elección».

La filosofía
«La sociedad no contempla que se pueda morir un hijo y ser feliz y eso queremos transmitir»

Adelaida Mateos modera el grupo. Las personas que moderan deben tener una preparación previa y saber a quién y cuándo dan la palabra de forma que todos puedan participar y tratar de que se den mensajes positivos y esperanzadores, con experiencias positivas y ejemplos de logros. «De la escucha activa del mensaje del que habla se pude sacar su enseñanza, no debemos fomentar debates sobre religión, política o ranking de dolor».

Renacer es un grupo de ayuda mutua para padres y madres que han perdido hijos. «La razón principal que normalmente impulsa a unos padres a acudir a las reuniones del grupo es la decisión de no querer seguir viviendo como seguramente se ha vivido desde la pérdida de los hijos e hijas, hasta tomar esta determinación. No somos un grupo de duelo y sí de vida, de esa vida que fueron y seguirán siendo nuestros hijos y que contemplamos desde esa perspectiva con un ¡Sí a la vida! rotundo como lema. La sociedad no contempla que se pueda morir un hijo y ser feliz y eso queremos transmitir,que se puede ser feliz de otra manera no olvidando su muerte, que dolerá siempre, pero desde la libertad de celebrar la vida, porque si hay algo peor que morirse un hijo es que se muera —cosa que no podemos cambiar— morirnos con él, y no aprender nada de ello —cosa que sí podemos cambiar— porque tenemos que seguir con el legado que nos dejaron con su partida y ésta no sea en vano, ser ejemplo para nuestros otros hijos si los tenemos, y para la misma sociedad cambiando ese tema tabú que, de por sí, ya lo es la muerte, mucho más si quien se muere es un hijo o una hija, y demostrar con nuestro ejemplo que se puede perder todo en la vida y salir fortalecidos como personas. ¡Somos unos grandes resilientes!»

Tres niveles

En grupo trabaja con niveles de evolución tras la muerte de un hijo. El primer nivel frecuentemente es el de catarsis, donde se escucha, se comprende y se apoya a cada padre o madre que llega nuevo «pero no se fomenta el lamento, porque si se funcionara únicamente desde él se queda la propia persona y el resto del grupo estancados, influyendo negativamente a los que se van instalando en el segundo nivel».

Moderadores
«Las personas que moderan el grupo deben tener una preparación previa»

El existencial es el siguiente nivel y donde se corre el riesgo de entrar en un efecto dominó. «Hay que ayudar a ir dejando atrás el lamento instándoles, sin prisas, a evolucionar hacia el nivel existencial, apoyándoles en el descubrimiento de encontrar respuestas a esas preguntas existenciales que la vida nos hace. Una vez instalados en este nivel vamos a dejar atrás los porqués que no tienen respuesta e iniciar poco a poco el tercer nivel».

Adelaida Mateos, en la Casa de Cultura de Jiménez de Jamuz donde se organizan las reuniones del grupo de padres y madres. J. NOTARIO

Adelaida Mateos, en la Casa de Cultura de Jiménez de Jamuz donde se organizan las reuniones del grupo de padres y madres. J. NOTARIO

Ente tercer nivel es el que el creador de estos grupos, Viktor Frankl, calilfica como ‘trascendental’ «cuando se eleva por encima de su propio dolor para ayudar a un ser humano que sufre, que trasciende como ser humano». Para Adelaida Mateos, en este nivel se renuncia al propio dolor victimista «para decir a otro ser que sufre que se puede y se debe, y así se va extendiendo el mensaje a medida que cada padre o madre va entregando el préstamos que se le dio al llegar».

El primer grupo Renacer se creó en Río Cuarto (Buenos Aires—Argentina—) en diciembre del año 1988 y se ha ido extendiendo por el mundo. Este año se cumplen 35 años de su comienzo. Los iniciadores de Renacer, Alicia Schneider y Gustavo Berti recibieron el año pasado el título de Doctores Honoris Causa de la Universidad Nacional de Río Cuarto, por toda la labor social y humanitaria. Renacer es un grupo ecuménico que no está vinculado a política o religión y el único requisito en los grupos es el deseo de recibir y dar ayuda. «Lo que pretendemos es afrontar el dolor, aprender de él, darle un sentido y encontrar un significado a la vida».

Las personas que quieran asistir a estos grupos pueden llamar al teléfono de contacto 676 242 346. «Nuestro objetivo es que el trabajo sea bueno para nosotros, para el grupo y para la sociedad».

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