Diario de León

Toño Díez: «Los peligros para el rebaño son el lobo y el mal tiempo en el monte y los sulfatos en la ribera»

Ganadero emprendedor de León reconocido en las Antípodas. Antonio Díez Pulgar, Toño, lleva casi medio siglo dedicado al pastoreo de ovejas. Es lo que soñó ser de pequeño, lo que veía casa y en su pueblo, La Vega de Robledo, en la comarca de Luna. Desde los 15 años, él, y desde mucho antes, su padre, sube a sus ovejas en verano al puerto de Cacabillos y pasa los inviernos en Alcoba de la Ribera. En la Fiesta del Pastor de 2023 fue distinguido con el Premio Ganadero Emprendedor de la Fundación Vista Linda de Australia y Nueva Zelanda.

Antonio Díez Pulgar con el hatajo de ovejas recién paridas en la majada que tiene en su pueblo natal, La Vega de Robledo. RAMIRO

Antonio Díez Pulgar con el hatajo de ovejas recién paridas en la majada que tiene en su pueblo natal, La Vega de Robledo. RAMIRO

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Antonio Bautista Díez Pulgar iba a la escuela con un puñado de niños de la comarca en Rabanal de Luna. Cuando el maestro le preguntó un día qué quería ser de mayor, no lo dudó un momento. Respondió que pastor. «Hoy se contarán con los dedos de la mano los niños que lo digan, si es que hay alguno. Está en las últimas. Las nuevas incorporaciones de jóvenes en ganadería extensiva son para vacas porque les ponen un cable y no necesitan pastor», apunta.

Como pronosticó su madre al maestro de Rabanal — «con este no te molestes mucho porque me parece que no va a estudiar»—, Toño dejó pronto la escuela y la capital, a donde le enviaron tras las primeras letras. Si desde niño ya iba con su padre al monte en verano, a partir de los 15 años asumió el oficio con toda naturalidad. Celestino, Tino, ya era pastor trasterminante en la ribera del Órbigo, mientras su madre, María, que hoy cuenta con 93 años, se quedaba durante los inviernos en la montaña al cargo de la pequeña hacienda familiar.

Pastor de vocación

«Cuando el maestro me preguntaba qué quería ser de mayor yo le decía que pastor desde niño»

Las ovejas y la enfermedad de su padre, que para entonces padecía del corazón, le libraron de la mili. Apenas llegó el campamento, le licenciaron para volver al rebaño.

Poco después se hizo cargo de la explotación familiar y, año tras año, ha conseguido multiplicar por cuatro las cabezas que tenía su padre en la majada. Ha mejorado y aumentado el rebaño y cuenta con 1.200 ovejas merinas , 100 cabras y una yeguada que es su todoterreno para subir al puerto de Cacabillos, en el término de Caldas de Luna, no lejos de su casa natal, los enseres y la comida necesarios para pasar el verano.

«Aparte de que me gustaba, vi que había necesidad en casa. Mi padre estaba enfermo, yo era el mayor y tenía dos hermanas», asegura. Antonio está soltero, «no todos tenemos la suerte de Gregorio con Violeta », el matrimonio que hace la trasterminancia entre Veguellina, Lago de Omaña y Abelgas, apostilla. Adriano, un pastor portugués, es su mano derecha con el rebaño, y en las épocas de más trabajo, también le echan una mano sus hermanas, en especial María Luisa y su amigo Miguel Ángel Alija.

Los mayores peligros para el rebaño, asegura, «son los lobos y el mal tiempo en el monte y en la ribera los sulfatos». Dice Toño que los echan por todas partes, incluso a escondidas, por donde está prohibido, a al menos cuatro metros de las aguas y nunca debería hacerse sobre cordeles y cañadas, pero se hace. «Dicen que las ranas han muerto y cualquier día el rebaño marcha para Rebisa» (la incineradora de animales muertos), debido al abuso de los químicos para sulfatar. Lamenta también que las vías pecuarias, muy respetadas en Extremadura, en León están invadidas por sembrados.

«A mí el lobo no me ha provocado daños porque tengo muchos perros, pero he oído que este año los lobos matan a los perros y se los comen. Será verdad...», admite. Cuenta con 13 mastines y 6 careas. «Los mastines para el lobo y los careas para guardar el rebaño», precisa.

En el otoño-invierno utilizan con sus ovejas los pastizales y rastrojeras de Alcoba de la Ribera, donde vive, y de Sardonedo; y durante la primavera, se ha mudado durante muchos años, a los de Santibáñez de Ordás, y más recientemente, a los pastos que quedan fuera del embalse de Oblanca (La Hartosa) y Láncara.

Hoy inicia la bajada a la ribera con el primer hatajo de ovejas recién paridas, a las que atiende en la majada que tiene en La Vega de Robledo. Madres y crías que irán en camión y pronto el resto del rebaño dejará atrás el puerto de Cacabillos, en las lindes con Asturias y a más de 1.300 metros de altitud, y retornarán andando a sus cuarteles de invierno en Alcoba de la Ribera y Sardonedo.

Echarán el cerrojo al chozo, que ellos mismos arreglaron hace unos años para poder vivir en el monte, y el caldero descansará esperando la caldereta o las ricas patatas que el pastor guisa sobre el fuego de leña, a la antigua usanza. «Sabe mejor», asegura, aunque son muchas las noches que se resuelven con una lata y el socorrido embutido porque el cansancio pide cama.

A Toño le han venido a reconocer su casi medio siglo y pasión por el oficio de pastor desde Australia y Nueva Zelanda. En la Fiesta del Pastor de Los Barrios de Luna, el segundo domingo de septiembre, fue galardonado con el IX Premio Ganadero Emprendedor y hace el número 10 de los premiados. Los méritos los deja claros el jurado compuesto por Manuel Rodríguez Pascual, Román Álvarez y Ángel Ruiz Mantencón, todos ellos Pastores Mayores de los Montes de Luna: «Antonio ha hecho del pastoreo, las merinas y los mastines la pasión de su vida, se muestra orgulloso de su oficio, y de su rebaño de 1200 ovejas merinas y 100 cabras, al que ha dedicado muchos años y un gran esfuerzo para aumentarlo y mejorarlo; y, a pesar de los problemas y dificultades que conlleva esta actividad, sigue realizando la trasterminancia a la ribera con determinación e ilusión».

Este premio internacional trata de «reconocer y estimular la labor de aquellos ganaderos de merino que cada día se esfuerzan en cuidar y mejorar su ganado y las condiciones de su explotación», señala Rodríguez Pascual. También es un acicate «para demostrar que en nuestras montañas y riberas, a pesar de las crecientes dificultades económicas y sociales, aún quedan pastores y ganaderos que luchan cada día para mantener esta milenaria profesión, utilizando con sus ovejas los amplios recursos pastorales que ofrece nuestra variada geografía», añade.

Estas explotaciones además de producir «una carne de excelente calidad y lana, contribuyen a conservar los paisajes, la diversidad biológica y evitar los incendios, tan devastadores en estos últimos veranos. Con su esfuerzo, nos proporcionan unos bienes impagables que la sociedad debe reconocer y valorar en su justa medida», recalca.

Jayne Mckelvie, presidenta de la Fundación Vista Linda y también Pastora Mayor de los Montes de Luna, no faltó a la cita para entregar el galardón, un diploma con dibujos originales del ilustrador Alejandro Diez Cartujo y una vidriera artística con la imagen de un pastor medieval que se encuentra en el Panteón de los Reyes de San Isidoro, realizada por la Grisallas. Desde las Antípodas, y tras pasar una temporada en Salamanca, McKelvie vuelve cada año a los Montes de Luna para participar en el homenaje a la tradición pastoril a los pies del embalse de Luna y animando a que continúe, como también querría su marido, el añorado Pastor Mayor Antonio Regueiro. «En Australia, el precio de la lana no deja de crecer. Aquí hay mucho que mejorar», comenta.

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