Desbaratar una conjura

alfonso garcía

Verano de 1526. Carlos V ofrece a sus huéspedes una cena en la Alhambra de Granada. Ulrich de Baviera muere envenenado. Este hecho estará presente a lo largo de esta interesante novela histórica, cuyo relato abre múltiples interrogantes: el principal es saber si el veneno iba destinado a Ulrich o al emperador. Esta posibilidad puso en alerta a Luis Hurtado de Mendoza, alcaide de la Alhambra: «¡El emperador podría morir acuchillado en cualquier momento en mitad de los festejos que en su honor se ofrecen! ¡Cómo lo podrían defender mis hombres entre la multitud! ¿Y de quién?». «Me temo —añade— que se está urdiendo una conspiración contra el César, pero lo peor de todo es que algún cristiano viejo, de los nuestros, nos ha vendido».

No desvelaré, lógicamente, sobre quién recaen las sospechas. Pero sí que la intriga de esta búsqueda genera una progresiva tensión narrativa, a mi juicio uno de los grandes valores de la obra, un progresivo interés lector basado en la intriga. La incorporación de historias dentro de la historia, la dosificación y equilibrio de las breves y precisas descripciones con jugosos diálogos permiten la construcción de una sustantiva novela histórica, bien trabajada y concebida.

Quiero subrayar que la novela, «siendo ficción, bordea los límites —y acaso los rebasa— de la exacta realidad». Lo dice la escritora en la «Nota de la autora», al final, y añade: «… el esfuerzo documental se ha extendido en todas direcciones y solo se ha dejado a la inspiración el libre albedrío de crear la intriga y una galería de personajes [no pocos de sobra conocidos] que perfilan nuestra propia idiosincrasia con una dosis de buen humor». Rico vocabulario, adecuado a cada momento y la capacidad de crear la atmósfera, el ambiente de época enriquecen el resultado.