Diario de León

De cómo se hacen los santos y las santas

Una incursión desde León por los intrincados caminos de la iglesia para poder llegar a los altares

A la izquierda, una escultura de una pareja de ángeles; en el centro una ilustración  de un santo y una santa que protagonizan una estampa religiosa junto a una representación de la crucifixión de Cristo. A la derecha, estampa del rey leonés Fernando III, un monarca santificado. DL

A la izquierda, una escultura de una pareja de ángeles; en el centro una ilustración de un santo y una santa que protagonizan una estampa religiosa junto a una representación de la crucifixión de Cristo. A la derecha, estampa del rey leonés Fernando III, un monarca santificado. DL

Publicado por
Pepe Muñiz
León

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¿Qué diferencia hay entre beatificar y canonizar? De ambas cuestiones se encarga la Congregación para las Causas de los Santos de la Santa Sede (Congregación de los Ritos). Digamos que la beatificación es el paso previo a la canonización o santificación. Beatificar es declarar que un difunto, cuyas virtudes han sido previamente certificadas, puede ser honrado con culto, mientras que canonizar consiste declarar solemnemente santo y poner en el catálogo de ellos a un siervo de Dios ya beatificado.

En los primeros tiempos del Cristianismo, los individuos eran reconocidos como santos sin requerimientos o procesos formales. El proceso comenzó a regularizarse y tomar forma en la Edad Media. Pero dejando atrás la historia y advirtiendo que puede haber alguna variante en el proceso, vayamos con el tema.

Para que una persona pueda ser beatificada o canonizada, es ante todo preciso demostrar, que ha vivido heroicamente las virtudes cristianas o que haya sufrido el martirio por amor y fidelidad a Cristo.

Cuando muere en olor de santidad el que tal vida ha llevado, y hay esperanza de poderle beatificar, el obispo de la diócesis donde nació el sujeto, abre una información y constituye un tribunal con arreglo a la norma establecida por la Curia romana. Este tribunal busca todos los testimonios e interroga a todos los que han conocido al siervo de Dios, juntando todos los hechos que a él refieren, sean o no favorables. Si los testimonios favorables están en mayoría, el obispo reúne los elementos de la información y los envía sellados a la Curia romana.

De estos documentos se hace cargo la Congregación para la Causa de los Santos., que inmediatamente publica un decreto diciendo que nada impide iniciar la causa (Nihil Obstat). Un peticionario, en representación del obispo debe dar todos los pasos necesario para la beatificación. El peticionario es casi siempre un sacerdote, pero el abogado puede ser, un laico. Su papel en el proceso de la canonización es tan importante como en una causa civil o penal en el ordenamiento jurídico público. Debe ante todo trazar un cuadro de las virtudes del personaje que se trata de canonizar, escribiendo el relato de su vida y otros hechos relevantes.

Como curiosidad, en aquellos tiempos en que sólo se escribía a mano, existía el peligro de la mala letra, Se cuenta del caso del padre Lainez, segundo general de la Compañía de Jesús que no pudo figurar en el número de los santos por su mala letra. Fue un eclesiástico de talento y autor de obras voluminosas, pero su escritura era de tal modo ilegible, que dos jesuitas se quedaron ciegos queriendo descifrar sus manuscritos, y después nadie se atrevió a averiguar el contenido de los mismos, por temor de correr la misma suerte.

Así empieza el proceso
Cuando muere en olor de santidad el que tal vida ha llevado, y hay esperanza de poderle beatificar, el obispo de la diócesis donde nació el sujeto, abre una información

Pues bien, haciendo la contra al abogado laico del santo, representa al ministerio público el llamado «abogado del diablo» o promotor de la fe, cuya misión consiste, por decirlo así, en echar por tierra las virtudes del siervo de Dios, atacando los puntos débiles de su vida, criticando sus intenciones, poniendo en duda sus milagros, buscando, en fin, todo los medios para disminuir su santidad. Hoy esta figura del «abogado del diablo» fue suprimida en el año 1983 por el Papa Juan Pablo II con la Constitución Apostólica «Divinus perfectionis magíster» y la reforma del Código de Derecho Canónico para agilizar los procesos de canonización. Curiosamente este Papa, hoy San Juan Pablo II, fue canonizado con las reglas establecidas por su reforma. No obstante, se puede decir que existe una figura similar al abogado del diablo, el promotor de la justicia, pero su función es más notarial. Ahora el proceso de fiscalización se realiza por medio de varias comisiones de expertos. Hecha esta aclaración, prosigamos.

Los cardenales que constituyen la Congregación para la Causa de los Santos, después de oír los argumentos de ambos abogados, se reúnen para decidir, y si su decisión es favorable y el Papa la aprueba, la Congregación comienza a ocuparse formalmente de la causa. Desde entonces el beato en ciernes tiene derecho al título de venerable, pero aún está prohibido darle culto.

Empiezan entonces los procesos apostólicos, en los que se discute ante todo la vida del beato y todos sus actos conformes a ciertas reglas, y en la última asamblea, después de examinar las virtudes, el Papa ruega a Dios que le ilumine y publica un decreto haciendo constar el heroísmo del candidato. A renglón seguido viene el examen de los milagros. Se necesitan dos de éstos, o por lo menos uno, para la beatificación, y es preciso que los milagros sean curaciones de enfermedades inexplicables para la ciencia, o que la simple ciencia no pueda resolver. El abogado del santo debe demostrar que la curación fue repentina, completa y prolongada, y que se verificó sin la intervención de ningún medicamento, y que la curación fue un hecho, que como decimos, va más allá de la ciencia,

No se admiten como milagrosas las curaciones de enfermedades de los nervios, ni tanpoco las de la parálisis. El asunto se examina científicamente con la intervención de médicos que certifiquen lo difícil del caso. Muchas veces, estos médicos demuestran que los enfermos objetos de los prodigios padecían dolencias leves, o fáciles de curar, y entonces, el abogado de diablo (hoy los expertos) se aprovechan de esta tendencia librepensadora, o incluso dudar, de que no es suficiente un solo milagro, pues podría dar lugar a creer en la casualidad.

Después de seis sesiones sucesivas, tres para las virtudes y tres para los milagros, se celebra la asamblea general llamada «De tuto», en la cual el Papa pide su opinión a los cardenales y consultores, y solicita algunos días para reflexionar, y pedir a Dios que le inspire. La beatificación puede considerarse ya como decidida, y el Pontífice firma poco después un decreto apuntalándola e indicando el día que ha de verificarse.

La ceremonia se celebra en la basílica de San Pedro, con una misa solemne, en la cual el secretario de la Congregación, da lectura al decreto pontificio y hace descubrir la imagen del beato, que aparece por primera vez con el dorado nimbo. El Papa desciende entonces y venera públicamente esta imagen.

Difícil y costoso
No se crean que el hacer un santo es solamente difícil, resulta también muy caro, al parecer

Si después de la beatificación se realizan otros milagros debidos a la intercesión del beato, puede abrirse un nuevo proceso para ascenderle a santo. El obispo de la diócesis donde los prodigios se han verificado, envía relación circunstanciada de ellos, y se celebran tres sesiones de la Congregación para examinarlos. A la última para mayor solemnidad, asisten todos los obispos y prelados presentes en Roma, y al final, el Papa publica una bula «Urbi et Orbi», proclamando la santidad del siervo de Dios y estableciendo la fiesta de su canonización,

En la ceremonia solemne de la canonización, el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, presenta la causa de canonización ante el papa, quien al final del rito, pronuncia la siguiente fórmula en latín (que traducimos).

«En honor a la Santísima Trinidad, para exaltación de la fe católica y crecimiento de la vida cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la Nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocando muchas veces la ayuda divina y oído el parecer de numerosos hermanos en el episcopado, declaramos y definiremos santo o ( santa), al beato o (beata) ¿..? y lo (la) inscribimos en el Catálogo de los Santos, y establecemos que en toda la Iglesia sea devotamente honrado(a) entre los santos. En el nombre de Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

No se crean que el hacer un santo es solamente difícil, resulta también muy caro, al parecer, y así debe comprenderse, pues según cuenta la historia, el príncipe italiano Falconieri, habiendo querido que canonizasen a Santa Juliana de Falconieri, que pertenecía a su familia, asegurase después, que la santidad de su pariente le había dejado sin una lira. La noche del día que pagó los gastos, reunió a sus hijos en torno suyo y les dijo: «Hijos míos, sed ángeles si así lo deseáis, pero, por caridad, no seáis santos, cuesta demasiado».

Hemos de añadir como final de este artículo, que el proceso a seguir hoy día para llegar a la canonización, tal como lo relatamos, puede no ser totalmente exacto, ya que el que esto escribe, sólo es abogado civil y laico, no «abogado del diablo», pues en la práctica, el proceso de canonización, involucra una gran variedad de procedimientos, destrezas y participantes, como pueden ser los tribunales de investigación, procedimientos administrativos, estudios y análisis por asesores expertos, disputas entre el promotor de la fe (abogado del diablo) y el abogado de la causa, aunque en todo momento, únicamente las decisiones del Papa tengan fuerza de obligación. Sin embargo, creemos humildemente, que a pesar de todos estos cambios en el proceso, no desvirtúa en nada nuestro propósito de dar a conocer simplemente y como curiosidad, a los que somos legos en estos complicados ritos, los intrincados caminos para llegar a saber , de «cómo se hace un santo o una santa»

Y como dijo Confucio, en todos los ritos, la sencillez es mejor que la extravagancia.

Acta est fabula

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