Diario de León

Un niño francés abandonado por su madre sobrevive dos años sin luz ni agua caliente

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Historia atroz e inquietante: un niño abandonado por su madre a los nueve años ha sobrevivido dos años solo sin luz, ni agua caliente, ni calefacción, en el modesto apartamento de su progenitora, que ha sido condenada por el Tribunal de Primera Instancia de la ciudad francesa de Angulema a 18 meses de cárcel, con remisión de pena, y seis de vigilancia electrónica acusada por unos vecinos que tardaron un año largo en denunciar el caso. En 2020 Alexandra (39 años) decidió abandonar a su hijo de 9 años en Nersac, una pequeña localidad de 2.300 habitantes del departamento de la Charente, en el suroeste, no lejos de Angulema, la gran ciudad regional. La mujer necesitaba libertad para instalarse con su nuevo compañero sentimental en otro pueblecito próximo, Sireuil (1.200 habitantes), a unos cinco kilómetros. Ni el padre del niño, ni los familiares de la madre y la pareja denunciaron el caso a la Policía, la alcaldía, los servicios sociales o la escuela.

Solo, en un modestísimo piso en un edificio de dos plantas, sin ascensor, sin electricidad ni agua caliente, sin recursos de ningún tipo, el niño también guardó silencio. Para poder comer, durante dos años (entre 2020 y 2022), el niño repetía robos menudos de pan, latas de conserva, tomates... «Mi marido y yo veíamos que el chico nos robaba comida que guardamos en el balcón. Pero como estaba solo, lo dejábamos hacer. Lo hablamos con su madre, alguna vez, de las raras en que visitaba a su hijo, pero nos cortó diciendo que no nos metiéramos en algo que no era cosa nuestra», relató una vecina.

Entre los nueve y los once años, el menor fue solo a la escuela, hacía sus deberes. Barbara Couturier, alcaldesa a Nersac, comentó hoy la situación de este modo: «Iba siempre limpio, estaba bien educado, era y es un buen alumno. Mirando hacia atrás, me pregunto si su comportamiento, excepcional, no era una forma de protegerse y proteger a su madre, que lo visitaba de cuando en cuando para volver a marcharse dejándolo solo».

En la escuela, los compañeros de clase «dudaban» y «sospechaban» desde hacía mucho. Pero jamás denunciaron públicamente el caso. Sus familias tampoco. En el pueblo muchos conocían o sospechaban lo que ocurría, pero no denunciaron nada porque el niño hacía una vida «normal».

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