Diario de León
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CARLOS CARNICERO
León

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PLUTARCO sentenció en su ensayo Cómo sacar provecho de nuestros enemigos algunos consejos que debieran ser de obligado cumplimiento para los gestores de la función pública. A pesar de que delimitó los principios de su sabiduría hace más diecisiete siglos, el filósofo romano no ha tenido demasiado éxito a la vista de lo que sucede en las relaciones del conjunto de los españoles con el nacionalismo vasco. El primer consejo válido de Plutarco radica en la necesidad de escuchar con atención hasta los denuestos de nuestros enemigos para averiguar la parte de razón que pueden contener sus invectivas. Los nacionalistas vascos han lanzado un órdago a la Constitución Española porque no quieren ser españoles en las condiciones de nuestra Carta Magna de 1978. Podemos conformarnos con condenar su posición y con intentar impedir sus intenciones. Pero nuestra posición más inteligente, siguiendo las recomendaciones de Plutarco, debiera conducirnos a preguntarnos por las causas profundas por las que los nacionalistas vascos no encuentran confort y comodidad en su asentamiento en la Constitución española y en el Estatuto de Gernika. El presidente del Gobierno, José María Aznar, debiera recapitular sobre lo ocurrido en el periodo que ha ocupado La Moncloa para que deviniera esta situación, porque independientemente de que el PNV tenga que asumir la responsabilidad inherente a sus actos, algo tendrá que ver la inteligencia política con la que el PP ha conducido el Gobierno del Estado para que hayamos llegado a este punto que era impensable hace una década. Los necios se conforman con condenar a sus enemigos. Los sabios, como Plutarco, intentan averiguar qué parte de razón les puede asistir, aunque sea para quitar cualquier legitimidad en las posiciones de los adversarios. El llamado 'problema vasco' ha reportado mucha rentabilidad electoral al PP, porque se supone que la firmeza, en política, es un atributo de la fortaleza de carácter. Pero si como cada día se apunta con mayor nitidez, el horizonte que se aparece es el de una España fragmentada, no parece que la firmeza pueda llegar a ser un éxito en sí misma. Convendría recapacitar en algo más que en la prepotencia y las equivocaciones de Arzalluz, aunque no reporten réditos electorales. En el futuro, nuestros hijos nos pueda llegar a agradecer que hagamos caso a los consejos de Plutarco.

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