Diario de León
León

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Profesionales, sindicatos médicos y compañía aseguran que sobran médicos en España y claman al cielo contra la autorización a alguna Universidad privada de montar una nueva Facultad de Medicina. También sobran arquitectos y abogados -no digo ya periodistas- y nadie habla de cerrar aún más la entrada en Escuelas o Facultades. También se están recortando los años de estudio de muchas carreras -un error- y para ser un médico en la sanidad pública son necesarios diez años de estudios y prácticas. ¿Sobran médicos? No estoy seguro. El índice de paro en Madrid es del 2 por ciento y algo menor en Barcelona, según algunas fuentes. En muchos pueblos es difícil encontrar un médico. Y acabo de leer en Diario Médico que los pequeños hospitales de Cataluña han lanzado un SOS por falta de anestesistas, ginecólogos, pediatras, traumatólogos, cirujanos y psiquiatras. Portugal y Reino Unido ofertan plazas. ¿Sobran o faltan? Tal vez las dos cosas. Si hablamos de cirujanos, las plantillas fijas están formadas mayoritariamente por hombres entre 50 y 65 años (57,7 por ciento). En el plazo de diez años, la mayor parte de estos profesionales se jubilará, lo que provocará un serio problema de reemplazo en los hospitales españoles. Mientras solucionan eso, deberían poner una asignatura de caligrafía en la carrera para que se entiendan las recetas que extienden. Escuché el otro día que se empieza a implantar la receta escrita por ordenador y que eso puede solucionar el problema que tienen muchos farmacéuticos, incapaces de descifrarlas. Aunque la nueva Ley del Medicamento impone la obligación de escribirlas con claridad, no hemos avanzado nada. El fundador del New York Tribune, un periódico americano del siglo XIX, tenía una letra tan horrible -entonces las crónicas se escribían a mano- que un día le envió una carta de despido a uno de sus empleados. Al cabo de los años, el viejo empleado despedido vino a verle y le dijo: «Le estoy muy agradecido, Mr. Greeley. Cuando me despidió, me escribió una carta que nadie jamás consiguió descifrar. A lo largo de estos años la he presentado en todas partes como una carta de recomendación. Y le aseguro que, gracias a usted, he conseguido, siempre trabajos bien remunerados». Menos mal que no era médico.

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