Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Para perder el camino

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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EL LIBRO, pues de un libro se trata, merece la pena. Más que una guía en el sentido tradicional y clásico es una invitación y una ayuda para saber ver el paisaje y los hombres que le pueblan. El libro está escrito, con una de las prosas más sabrosas, más henchidas y más saludables para el lector, por ese fabuloso personaje que responde a las siglas de P.?T., (Pedro Trapiello para todos los públicos). Por adelantado y para evitar equívocos maliciosos he de declarar que el tal Pedro Trapiello es amigo seguro, no tanto por el tiempo en el cual nos intercambiábamos admiraciones perfectamente justificadas, sino por la admiración que despierta con su escritura. Lo que distingue a un escritor de otro escritor, es, huelga decirlo, el estilo. «El estilo es el hombre», se decía en los tiempos en los cuales se solía jugar con las prescripciones decisivas. Y el estilo de este Trapiello leonés, de nacencia y de vocación y devoción, es tan peculiar, tan sometido a la razón y a la inteligencia creadora del autor que así que se mantiene con sus escritos un primer contacto, queda el lector, prendado y prendido. Cuando en León, que es tierra noble pero de muy extraños desvíos y silencios, se intente componer la Agenda verdadera de la ruta literaria y humana de todo aquello que de verdad implica el conocimiento de los perfiles más característicos de lo leonés, el apellido de Trapiello ocupará uno de los capítulos más frondosos y brillantes. A la par que influyentes en el estilo y en la forma de expresarse del leonés atento. Andaba yo por los años veinte -que mis atenciones resultan antiguas y fieles- cuando un Trapiello, que aparecía inscrito en la brillante nómina de los «maestros de escuela», fuente de la auténtica sabiduría que se ha podido mantener a través de los tiempos, sorprendió mis dispositivos más sensibles con unos sonetos que se publicaban puntualmente en el periódico del Magisterio, dedicados a los Medallones de San Isidoro. Y me parecían tan sorprendentemente brillantes aquellos versos que acabaron por influir en mí decisivamente. En el transcurso del tiempo varios Trapiellos pasaron por mi vida y he de confesar que todos y cada uno de ellos resultó importante en mi formación, hecha a mano. Hasta llegar a este Pedro Trapiello de nuestras glorias y a este librito, tan pletórico de saberes y tan transparente como el agua de los manantiales. El camino para el cual Pedro Trapiello ha trazado señales precisas e indispensables, en una prosa jugosa, culta y bien dominada, conduce en la intención a Santiago de Compostela y la azacaneada viajera es o parece ser de la marca de la Pícara Justina. Pero como la mayor parte de los caminos que el hombre proyecta, también éste que emprende la heroína de Pedro Trapiello se queda en casa. Afortunadamente. Porque como accidente ingrato habría de considerar que estos nuestros Trapiellos se vieran obligados a «perder un camino» tan brillantemente emprendido y que ya forma parte de las rutas indispensables para conocer y entender el «estilo» de ese hombre abierto, generoso y altivo que es Pedro Trapiello.

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