Diario de León

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HAY PREGUNTAS que están hechas para responderse en domingo, suponiendo que los domingos son tiempo propio y no secuestrado, tiempo de bartola dejando pasar las nubes. Y las preguntas bobas son las mas sugerentes o inquietantes: ¿Dónde tenían el ombligo Adán y Eva?; si Caín hubo de procrear dentro de la familia, ¿es la estirpe humana hija de un flagrante incesto?; ¿y Abel?, ¿se lo hacía con las ovejas?... (seguramente Caín estaba cansado de hacerlo con una berza y por eso le mató). ¿Y por qué se lavan las toallas, si se supone que estamos limpios cuando las usamos? ¿Por qué apretamos como posesos y más fuerte los botones del mando a distancia cuando sabemos que se están agotando las pilas? ¿Por qué los refrescos tienen zumo artificial de limón y los detergentes zumo natural de limón? ¿Por qué las ciruelas son rojas cuando están verdes? ¿Por qué no hay comida de gatos con sabor a ratón? ¿Por qué en las películas americanas nadie cierra el coche con llave? ¿Qué hay que hacer cuando vemos un animal en extinción comerse una planta en extinción?... Son preguntas que duermen en el viento, viajan por internet o se agazapan en nuestra lógica disparatada: Si las cajas negras son indestructibles, ¿por qué no hacen los aviones del mismo material? ¿Cual es el sinónimo de sinónimo? Si Supermán es tan listo, ¿por qué lleva los calzoncillos por fuera? ¿Por qué la lana encoje cuando llueve y las ovejas no? ¿De qué árbol caen los frutos del trabajo? ¿Por qué se cierran con llave los urinarios de las gasolineras; tienen miedo de que entre alguien a limpiarlos? Si la gente de la ciudad se va al campo cuando está cansada, ¿a dónde van los del campo cuando están hasta los huevos? ¿Por qué el amor libre nos acaba haciendo esclavos? ¿Se considera asesinato múltiple cuando se suicida un tipo de múltiples personalidades? ¿Es cierto que Beethoven proclamó: después de mi... fa? ¿Por qué a los piojos les encanta ir a las escuelas? ¿Es cierto que Edipo pudo sufrir el complejo de Freud?... Ella y la felicidad están en el horizonte; me acerco dos pasos y se alejan otros dos; avanzo diez kilómetros y el horizonte se aleja otros diez; por mucho que camine, jamás lo alcanzaré. Los horizontes siempre se alejan. ¿Para qué sirve entonces la utopía?... Pues para eso, majadero, para caminar.

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