Diario de León

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UNO se identifica con colores. No es sólo cuestión de gusto; hay química que fija preferencias y, por esto, juegan papel decisivo los colores de la guarida donde nos criamos. Cada cual tiene el suyo. Los míos son los verdes y los tierra cruda que van desde el avellana al cuero colándose algún rojo teja o un sangre-toro con betún. El azul me pareció siempre demasiado obvio de gustar; ¿quién no se rinde ante el mar y el cielo? El amarillo es azufre y es color del gafe y de los venenos. El blanco es imposible y además se mancha. El rojo es el de la ira de los justos y se sube mucho a las banderas -toca madera- en las que nunca verás esos ocres que me encandilan. Y nos queda el morado con su gama de violetas, fucsias, magentas, rosas, lilas o malvas, colores que gustan hoy tan a rabiar, que les añaden fosoforito y chillido para que escandalicen con abuso en ropas, platós o publicidades. Han hecho de los morados un color histérico, urbano y bandera del glamour copión y barato; es el preferido de colectivos rosas. No se libran del morado ni los decoradores. Los sillones del plató de la Otero son morados, como las camisas que llevan los tíos modernos copiadas del uniforme de Sardá. Con zapatos morados de puntera de siete leguas hay paisanas en trance de orgasmo ya cuando los pagan en caja. Las faldas moradas están en onda de aguda modernez, pero no hace tantos años, una paisana con falda o blusa de este color era tenida por terciaria franciscana o devota del Nazareno del Dainos en su promesa de «ofrecida». Tengo serias prevenciones con el morado. Es color que sabe a penitencia, suena a cadalso y huele a batín de señor duque. Es el velo que cubría antes las imágenes de toda iglesia en tiempo cuaresmal, es color de ribete en los catafalcos y de casulla en oficio de difuntos. Los puñetazos y los golpes dejan un rastro morado. Morada es la pena o la culpa y a ese color tienden los cuerpos muertos. El ojo del consorte de Isabel II también es morado, ojo «a la funerala». Pero lo que menos me gusta del morado es que sale mezclando rojos y azules, antagónicos de por sí a torta limpia. Tendría que celebrarlo por lo que tiene de conciliación, pero me atufa a conjura.. Canta andaluza la copla: Lirios moraos, lirios moraos paresen tus ojeras de haber llorao...en silensio las penas de argún pecao.

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