Diario de León

SOSERÍAS

Génesis del urbanismo

Publicado por
FRANCISCO SOSA WAGNER
León

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PUEDO AFIRMAR QUE mis investigaciones para escribir estas Soserías me han llevado a descubrir en una cueva de las montañas asturleonesas una -hasta ahora- desconocida versión del Génesis en la que las ideas de la tentación y la caída se encuentran tratadas de una forma diferente a la que ha sido usual. Lo de la manzana de Eva era poco creíble, el texto habla del «fruto del árbol que está en medio del jardín», de él no se podía comer. Es el hecho de desobedecer el mandato divino lo que convierte a nuestros primeros padres en seres normales -como concejales de hoy, una verbigracia- que descubren su desnudez y necesitan unas hojas de higuera para taparse los espacios más pilosos y más comprometidos. El trabajo sucio lo había hecho la serpiente que les había asegurado que, si comían lo prohibido, llegarían a «ser como dioses, conocedores del bien y del mal». Pues bien, es aquí donde el nuevo texto discrepa de los hasta ahora manejados. En realidad, lo que la serpiente dijo a Adán y Eva fue que se asomaran a contemplar lo que había más allá del territorio del Paraíso y estos, que andaban un poco aburridos de estar todo el día viendo lo mismo, con aquella inocencia tan tediosa, cayeron en la tentación diablesca para ver de inmediato lo que a sus pies se hallaba, hasta donde se perdía la vista en el esquivo horizonte. ¿Qué era? Un inmenso suelo no urbanizable sobrevolado por aves canoras y traviesas, plantaciones de frutales cargados de manzanas, senderos con latidos de ternuras que ya pedían a gritos senderistas que les dieran su sentido. Y, entonces, apareció de nuevo la serpiente y les dijo: -¿Os imagináis este suelo recalificado y reparcelado? ¿Os lo imagináis so berzotas, que parece que estáis alelados? Y, entonces, Adán y Eva se miraron y en sus ojos -empezaba a surtir efecto el maleficio de Satanás- se dibujaron brillos de codicia. Adán, llevado de dengues que ya parecían jurídicos, puntualizó: -Necesitamos previamente un plan parcial. Satanás rió de buena gana. Lo que queráis, les dijo, aunque si andáis con miramientos no llegaréis muy lejos. La verdad es que Satanás apuntó en su diario que eran un poco idiotas aquellos seres tan raros que habían venido a romper la soledad de las tierras y los cielos. Viendo a aquellas criaturas a punto de ser atrapadas por esa tenaza mortal que es el embrollo jurídico, Satanás sugirió que el plan parcial se aprobara por mayoría absoluta. Lo hizo por divertirse pues a él tres pitos le importaban las mayorías y los procedimientos. Y así fue cómo nació el primer suelo urbanizable, por mayoría absoluta y cabe el Paraíso terrenal. Se construyeron viviendas individuales y en bloque y, como quiera que no había nadie que las comprara, Adán y Eva no tuvieron más remedio que meterse mano, perdón, que ponerse manos a la obra para producir una descendencia capaz de absorber la oferta. Las licencias hoy son papeles timbrados que se recogen en el Ayuntamiento con el visto bueno del secretario pero de aquella eran frutas que se recogían en los árboles. Como el aire acondicionado se resistía a ser inventado, nada había más placentero que sentarse a la sombra de uno de aquellas ramas ricas en licencias. Para acallar los escrúpulos declararon el Paraíso suelo de especial protección pero pronto, cuando se aflojaron las convicciones, se edificó en él hasta crear un parque tecnológico, donde se pusieron tornillos en el lugar de los sauces. Yavé, comprensivo, todo lo toleró porque sabía que aquellos seres habían aprobado un plan parcial y, después, una ley del Suelo. Conocía bien los efectos devastadores de estos documentos. Quien queda atrapado por ellos, está irremediablemente perdido. Solo cuando, enfermos en su fiebre edificatoria, quisieron construir sin licencia una torre que llegara al cielo, les dispersó y confundió sus lenguas. Pero ya no pudo extirpar sus mañas. Que son las madres del derecho urbanístico.

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