CRÉMER CONTRA CRÉMER
Ni tú te llamas Camborio...
FUE EN EL pueblecito leonés de Grulleros. ¡Y mire usted qué tienen que ver el lugar con la gitanería andante o rodante, llamada a andar por el monte solos! Guardia Civil Caminera, llevan a dos de los cuatro, atados codo con codo, y es que en un alarde extrañísimo de genio de la raza calé y armados los asaltantes del establecimiento de bebidas y comidas de Grulleros, se presentaron tres hombres y una mujer, que al final del episodio resultaron de la etnia -que se dice cuando no se decide aludir a la raza de gitana- decía que al final de la refriega, pues refriega hubo, los cuatro asaltantes del establecimiento armados de palos de béisbol, (que ya me dirán ustedes si son armas para un gitano que se precie de serlo), produjeron serias lesiones a los dueños del local, los cuales fueron asistidos naturalmente en el Hospital. Los fogosos gitanos de Grulleros fueron puestos a disposición del juez el cual, suponemos, procederá en consecuencia, sin tener en cuenta ni la etnia, ni la ley gitana, ni la historia garcilorqueña de Antoñito el Camborio. Pero en Grulleros la historia fue recogida y anunciada a grito pelado de romancero y sin que se llegue a considerar este asunto como el producido por el coreano de Virginia en los Estados Unidos de la América en crisis, lo cierto es que la buena gente de la gitanería histórica, con sus reyes y sus bailaoras y sus mozos de greñas acaracoladas y relucientes, se están imponiendo, estableciendo algo así como la ley gitana que determina el cuidado que el payo debe tener cuando se encuentre en la calle, en la taberna o en la iglesia de los episcopalianos, con una facción gitana, con ganas de bronca y armados de palos para el deporte del hoy. Así, mis queridos compañeros y sin embargo amigos, no vamos a ninguna parte por más que se empeñen en votar a uno de la misma raza, porque el gitano -y no es por ofender- cuando no la da en vida la da en su acusadísima muerte. Y esto es tanto más sensible por cuanto León fue siempre tierra abierta para la gitanería: la calle de La Corredera, hace unos quinquenios era tierra de gitanos, en el buen sentido, con bandas o partidas o cuadrillas o heráldicas, acogidos en tiendas montadas en los cuestos, entre la arboleda, sin que pese a ser el espacio apto pero la crianza y desarrollo de gallinas y corderos, nunca que se sepa, apareció un gitano o varios gitanos, armados de palos para imponer su ley, la ley gitana que defendiera aquel buen hombre conocido por el Rey Cachucho. Conviene imponer en el libro de bien vivir de los gitanos, que no es así, no es así, como se debe interpretar la ley gitana, y que los gitanos no están para ser condenados a penar bailando o cantando al son de la sonata: «que muerto se quedó en la calle / con un puñal en el pecho / y no le conocía nadie». La reyerta entre payos y gitanos se ha terminado hace lustros. ¿O no?