Diario de León

Desde los años noventa se buscaba sin éxito un tratamiento hormonal para varones

Ningún laboratorio trabaja ya en la píldora anticonceptiva masculina

El gigante alemán Bayer ha renunciado a investigar también por el escaso valor comercial Los productos no

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Sara Carreira - redaccións.c. | redacción
León

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Tras quince años de investigaciones, ningún grupo farmacéutico potente está buscando una píldora anticonceptiva para hombres. Este año cayó el último equipo investigador, de la compañía Schering -adquirida en el 2006 por el gigante Bayer- y lo ha hecho por una cuestión de política comercial: la compañía creía que el tratamiento no iba a tener acogida entre la población, tanto la masculina como la femenina, por diferentes razones: la dificultad de la administración -con varias inyecciones anuales-, los efectos secundarios o la desconfianza femenina en la perseverancia de sus parejas a la hora de seguir las normas de aplicación. El 2006, clave Schering se unió a principios de este milenio a la holandesa Organon -filial de la sueco-holandesa Akzo Nobel y líder en la comercialización de píldoras femeninas- para desarrollar un producto que eliminaba la producción de espermatozoides en los hombres, que volvían a recuperar su capacidad reproductiva a partir de los tres meses de dejar el tratamiento. Sin embargo, el año pasado Organon tiró la toalla por considerar muy complicado llegar a buen puerto, y poco después Schering fue adquirida por Bayer. El gigante farmacéutico ha aludido al «escaso potencial de ventas» del invento para descartar un mayor gasto investigador. Dos grandes apuestas Lo cierto es que la píldora anticonceptiva masculina está en la cartera de los laboratorios desde los años noventa, pero nunca acabó de encajar en las fases finales. Había dos grandes líneas de investigación: el proyecto de Schering Organon, que consistía en suministrar progestágeno (la hormona progesterona sintética) a través de un implante subdérmico para que anulase el funcionamiento de los testículos, que dejarían de producir testosterona y por tanto esperma; para compensar la ausencia de la testosterona, ésta se inyectaría cada tres meses. Por otra parte, en Australia, Anzac apostaba por introducir mucha testosterona vía parental (por inyección) para que el cerebro interpretase que ya había bastante hormona masculina y no mandase a los testículos producir más. Esta última línea de investigación debería haber dado sus frutos el año pasado, pero todavía no se ha comercializado.

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