Diario de León

La incineración y el vertedero son los métodos más utilizados para su eliminación

España genera al año 2.000.000 de toneladas de residuos cárnicos

La UE estudia sistemas para deshacerse de los cadáveres de forma ecológica

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Miguel J. Tré - león
León

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Cada año mueren en las explotaciones animales españolas por causas naturales alrededor de 40 millones de vacas, cerdos, pollos, conejos o gallinas, lo que equivale a unas 400.000 toneladas, aproximadamente la tercera parte de los residuos animales, que se elevan hasta los dos millones de toneladas. Esa diferencia hay que buscarla en los desechos de mataderos e industrias cárnicas, de las tiendas y mercados, las piscifactorías o los barcos pesqueros. Antes, cuando moría un animal se dejaba en el lugar donde fallecía o se trasladaba a zonas habilitadas llamadas muladares. Sin embargo, el incremento en el consumo de carne llevó a la utilización de métodos de cría intensiva con una gestión y eliminación de los residuos cárnicos en ocasiones inadecuadas, lo que favoreció la aparición de nuevos peligros para la salud como la Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB), conocida vulgarmente como mal de las «vacas locas», o las dioxinas, unas sustancias químicas con efectos cancerígenos. Buscando soluciones Si hasta ahora, la eliminación de los desechos cárnicos está controlada por el Plan Nacional de Residuos de Mataderos, Decomisos, Subproductos Cárnicos y Animales Muertos, el Ministerio de Agricultura ha elaborado un Plan Integral de Residuos en el que se detallan las medidas a tomar para dar solución a este tipo de desechos, similar a los sistemas integrados de gestión que se aplican a la recogida de envases, medicamentos o electrodomésticos, y que incluirían la compra de contenedores, su instalación en granjas y mataderos y la creación de infraestructuras para su tratamiento. El objetivo es que la incineración y el vertedero dejen de ser los métodos más empleados para su eliminación. En los hornos crematorios se alcanzan 800 grados de temperatura y los gases generados contienen dioxinas, partículas sólidas y otros compuestos. Por otro lado, al ser productos biodegradables, suponen un riesgo ambiental y sanitario pudiendo llegar a contaminar el aire, el suelo y el agua. La UE divide a los subproductos cárnicos en tres categorías. La primera incluye los más peligrosos (rumiantes), porque pueden contener priones (proteínas que provocan encefalopatías espongiformes), por lo que su destino es la incineración. La segunda incluye animales muertos en granjas como cerdos, conejos o gallinas. Pueden ser incinerados o depositados en vertederos, aunque podrían ser utilizados como abono o materia prima para producir biogás. La última corresponde a despojos de los animales destinados a consumo humano, lo únicos que pueden ser utilizados para elaborar harinas y piensos. Se evalúan actualmente una serie de sistemas para eliminar los cadáveres de los animales que, de ser aprobados, supondría no tener que acumular cadáveres ya que es posible deshacerse de ellos de forma ecológica en las mismas explotaciones. El primero, desarrollado en Murcia, consiste en añadir a los residuos un gel elaborado a base de algas que acelera la descomposición, de forma que en unas pocas semanas sólo queda un caldo orgánico que se puede añadir al estiércol que se genera en la propia explotación. También se estudia su fermentación para convertirlo en biogás o en biomasa para generar energía eléctrica. El sistema que se investiga en Toledo consistiría en añadir a los cadáveres una mezcla de agua y un complejo bacteriano que acelera el proceso de descomposición. El líquido obtenido se reduce por evaporación y el producto resultante puede usarse directamente como abono o mezclarlo con el estiércol. Un tercer proyecto se lleva a cabo en la ETS de Ingenierías Agrarias de Palencia y consiste en mezclar cadáveres con cal a los que se añade paja de cereal, serrín, gallinaza y agua hasta alcanzar una humedad del 50%. Al cabo de un mes concluye la descomposición y se inicia la maduración hasta lograr un compost. Se puede realizar al aire libre, aunque desprende dióxido de carbono y algo de amoníaco (como el estiércol). Si se hace en un arcón cerrado, el proceso es más rápido y ocupa menos espacio, pero es más costoso porque el sistema abierto requiere mano de obra para mover la mezcla.

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