Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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SE PASA UNO la vida de rueda en rueda de prensa, siempre dándole vueltas a la política, como la mula a la noria, hasta que se te caen las orejeras y ves, por fin, una luz en el horizonte. Lo malo es, cuando acostumbrado al trote de la misma senda, a cualquiera te pase lo que a San Pablo camino de Damasco al apear de la burra: deslumbrarte y pegar una leche es lo normal. A un servidor, sin ir más lejos, le aconteció lo mismo en el debate de rayos catódicos, léase en la tele, cuando intentaba discernir si iba ganando Mariano o el paisano Zapatero. No era cosa fácil de leer entre líneas y menos de reescribirlas. Sepa el lector que las imágenes de la televisión tienen exactamente 625 líneas de arriba a abajo, como las fotos del periódico de cuando éramos chavales con gránulos de imprimir más o menos claroscuros por aquello del constraste. Hoy la técnica es básicamente la misma, aunque haya más cadenas de televisión en colorines, y, si alguien no lo cree, que se tome el trabajo de quemarse las pestañas. Luego viene le letra menuda. El otro día algunos casi nos quedamos ciegos. Aunque ya nos habían explicado antes en la universidad de parte de un tal Marshall McLuhan, medio gringo, escocés, canadiense e irocuá que «el medio es el mensaje» en los mass media -el que más y mejor sale en la foto, para entendernos, según él, que parlaba tantas lenguas- lo de Mariano y José Luis fue alucinante. Aparecían los dos de márketing e imagen ataviados como sendos jefes de planta de El Corte Inglés y no como los del Gobierno y de la leal oposición, lo que dicho sea de paso, honra a El Corte Inglés. En cuanto al traje del moderador, Manolito Campo Vidal, dijo mi señora, que a menudo me recrimina el desaliño en el vestuario: «Mira, ese viene de la boda de Farruquito». Será por eso que el otro día mientras daba un paseo campestre otra dama muy peripuesta y digamos que de discreta edad me preguntó en serio al lado mismo de las bodegas de Armunia, junto a las vías del tren, confundiéndome seguramente con uno de tantos despedidos del Ayuntamiento: «¿Oiga , es usted el jardinero que va a la finca de Charo?». Los hay que tenemos muy mala pinta. Volviendo al debate, empezó muy mal. Zapatero y Rajoy lo iniciaron mirando a la cámara en vez de mirarse a los ojos, si bien luego corrigieran ambos la visión cuando la cosa se calentó de tú a tú. Así a ojo, tenían más mala leche las gafas del mi Mariano y, visto lo visto, por eso resultó más creíble. Para opinar lo contrario hay que estar muy ciego, aunque nunca faltará uno de la Once ­-o cuarenta iguales para hoy- por las esquinas de la vida. Argumentos aparte, tampoco se había visualizado un maquillaje como cuando ponían en la segunda cadena reposiciones de zarzuela con actrices dobladas en falsete y José Luis López Vázquez con peluquín. Comprendo que de esto sólo se acuerden los pocos lectores que me quedan en el hogar del pensionista, pero la memoria histórica de los que van a votar el día 9 es así. No todos tuvimos la mala suerte de conocer a Franco. Otros tiernos infantes tienen que conformarse con el Príncipe de Asturias y Zapatero, que, por lo demás, se parecen entre sí: a mayores del físico, en que el café sólo les cuesta ochenta céntimos. No se sabe cómo acabará mañana el segundo debate entre Zapatero y Rajoy. José Luis parece tenso y Mariano eufórico, pero ya le he avisado, por si acaso, al candidato Morano, que cuando era alcalde hizo el gueto caló de Armunia, lo mismo que me dijo a mí el Tío Caquichu, gran paisano en vida, para que no me confiara: «No quiero a mis hijos con buenos principios». Se espera en casa con gran expectación el debate de mañana y la subasta de promesas electorales, que seguramente no valgan un pimiento. Como estamos en cuaresma eché ya ayer a remojo media bacalada por aquello de procurar una cena con fundamento previa a la sobremesa de chicles, chupa-chups, caramelos y pipas. La receta está copiada del cocinero Arguiñano, el de los chistes por la tele mientras se le acaba de hacer el sofrito, y de Felipe González, que ya está frito, cuando el otro día le llamó «imbécil» a Mariano. Ligando las dos salsas a este bacalao electoral le da más sabor el de Arguiñano. El chiste era más o menos así. «¿Hijo, que quieres ser de mayor?». «Yo, imbécil». «Pero, hijo...». «Papá, si te hago caso. ¿Por qué me dices, si no, mira que coche tiene ese imbécil? ¿Mira en qué casa vive ese inbécil? ¿Mira que novia se ha trincado ese imbécil? ¿Mira qué nónima cobra ese payaso?». Tal como anda la campaña electoral duda ya uno, como el chico del chiste, si la cosa irá o no de coña.Pero, por si acaso y como diría Arguiñano mientras el sofrito reposa, deje usted hervir un poco más al cabeza de lista electoral. Que se cueza en su propia salsa.

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