Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

De Bono, Chikilicuatre y los precios

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VICTORIANO CRÉMER
León

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DE VEZ EN CUANDO, y sin duda cuando conviene a la mayor gloria de León, que es su sede y al provecho de la política democrática que estamos inventando, se producen hechos, sucesos, intrigas y maledicencias que no se consumen en sí mismas y que duran y duran y duran, como las pilas Duracell. Este es el caso o los casos plurales de los nombramientos para la constitución de los grupos gobernantes, más o menos, y de los éxitos que se suelen reservar para las famosas y los famosos. En todas las funciones en las cuales el hombre constituye la materia prima, se suelen caer en el negro pozo de las contradicciones y de los resbalones por exceso de imaginación y de ambición. Por ejemplo, y para no apartar nuestra atención de la pura actualidad, una de las figuras -en este caso se supone que masculina- que está levantando el nivel de la celebridad y el nombre de España hasta extremos insuperables, es un cómico o payaso que se hace llamar Chikilicuatre, que es el mote con el cual las gentes de la generación del hambre reconocían a sus hijos o nietos o vecinos de poca edad y menos capacidad mental, al cual se le ha encomendado la representación de España en el concurso musical o como resulte, que se celebra todos los años como pugna por establecerse a la cabeza de los pueblos con música dentro. La obra por la cual se le conoce a este Vivaldi, es un bailongo contorsionado que se titula Chiki-Chiki y que consiste en un conjunto de ruidos para que dancen a lo caníbal, los unos y los otros. Por lo que a mí se me alcanzan los fenómenos musicales y los cómicos, este engendro que el tal Chikilicuatre se da a conocer, en puridad no se trata de música, sino de contorsionismo para inmigrantes tártaros y la dedicación del disparate a España nos parece una injuria, y una demostración de los escasos niveles culturales que privan por estos ámbitos. Pero como el caso es vivir, haciendo lo que sea y valga o no valga para la mayor gloria de la España imperial de Isabel y Fernando, bien sea la aventura musical de Chikilicuatre y con su pan se lo coma, pero esta clase de inserciones de la pura patria en incidencias de esta condición debieran evitarse y si pudiera ser prohibirse bajo penas de multa y retención personal. Porque una cosa es ganarse el pan con dignidad y otra sólo con hambre. Que no es esto lo que mueve al Excelentísimo Señor Don José Bono a apuntarse para director de la orquesta del Senado, por cuya misión o trabajo viene a cobrar en moneda de curso legal 13,388 euros y unos céntimos, distribuidos de muy singular manera: 3.020,79 euros brutos brutísimos al mes (lo mismo que ganan los humildes parlamentarios en nómina), más 3.101,53 por libre disposición y no se sabe si se nos olvida alguna otra bicoca. Por todo lo cual además de envidiar al Excelentísimo Señor Don José Bono, nos entristece hondamente la diferencia de remuneraciones de este gran señor con la mísera paga que puede llegar a obtener un albañil, un tipógrafo, un periodista o un médico del seguro, según se nos intenta demostrar mediante huelgas indefinidas. ¡Y hablamos de igualdad! ¡Joer, qué tropa!

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