Diario de León

LA TIERRA QUE DEJAREMOS

Es hora de reflexionar sobre el mundo que dejaremos a nuestros hijos. La frase ha sido utilizada en la última década por decenas de gobernantes, desde Barack Obama a Antonio Guterres o Emmanuel Macron, cada vez que hablaban sobre el cambio climático. Pero ahora quienes lo dicen son los miembros de un panel de 234 expertos procedentes de 66 países que han presentado el informe más duro y pesimista de todos los que han realizado durante los últimos 30 años sobre el calentamiento global

Arek Socha

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El planeta se enfrenta a una generalización de los fenómenos meteorológicos extremos como consecuencia del aumento de temperatura global y que ningún rincón del mundo está a salvo de sufrirlos. Lluvias torrenciales, monzones, olas de calor y sequías extremas ya se han deslocalizado —este verano es una buena prueba de ello— y se convertirán cada vez en desastres más frecuentes, intensos y prolongados. El documento atribuye la responsabilidad a la actividad del ser humano y su descontrol sobre la emisión de gases. Y advierte que algunos de los cambios climáticos son una novedad en los últimos dos millones de años y otros, como el deshielo y la subida del nivel del mar, ya no tienen marcha atrás, al menos durante cientos o miles de años.

La temperatura global alcanzará como mínimo un aumento de 1,5 grados en las próximas décadas contando a partir de la Revolución Industrial, aunque sea de forma temporal, y ocurrirá pese a que se implementen las reducciones de emisiones de dióxido de carbono que han anunciado la mayoría de los gobiernos. De hecho, la propia inercia del calentamiento terrestre empuja a que el termómetro siga al alza al menos durante esta década, incluso en el hipotético y nada realista escenario de que todos los países dejasen de emitir CO2 y metano hoy mismo.

La cuestión es hasta dónde puede llegarse. Con 1,5 grados la humanidad se enfrenta a impactos climáticos muy graves, pero si sigue incrementándose, las sequías y las inundaciones podrían convertirse en rutina. Los peores escenarios que manejan los expertos incluyen que el planeta supere los 2,5 e incluso rocen los 6 grados de subida. Todo depende de cuándo los países tomen unas medidas correctoras que el panel científico reivindicó el lunes no con urgencia, sino con inmediatez.

La temperatura global en superficie habría aumentado entre 0,95º y 1,2º desde el final del siglo XIX. El grupo de especialistas estima que, con el escenario más beneficioso que contemplan sus modelos (varios niveles de emisiones netas negativas a partir de 2050), la temperatura habrá subido 1,5º en 2040, 1.6º en 2060 y 1.4 grados en 2100. Pero puede ir a peor: en un escenario en el que se doblasen las emisiones de CO2 en 2050, la temperatura aumentaría 5,7º en 2100. En un estadio intermedio, con las emisiones manteniéndose en el nivel actual en 2050, el aumento sería de 3.6º a finales de siglo.

Los científicos consideran, con diferentes grados de probabilidad y de confianza en los cálculos, que ese incremento causan elevaciones en el nivel del mar, deshielo del Ártico, mayores precipitaciones, más frecuentes e intensos eventos especiales, como olas de calor, inundaciones o sequías y que la persistencia de las actuales concentraciones de gases invernadero en la atmósfera hará que esos fenómenos se extiendan durante décadas o siglos. Muchas plantas y animales no podrán adaptarse a estos cambios.

El informe evalúa y combina investigaciones realizadas desde 2013. Es obra de un grupo de trabajo que, como parte de la estructura del panel, se dedica al análisis de la ciencia básica. No incluye interpretaciones de recientes catástrofes naturales que han causado alarma en los últimos dos meses y se han asociado a los efectos del calentamiento: las riadas en Europa central, la ola de calor en Norteamérica o los incendios que devastan Siberia y los países del Mediterráneo. Los modelos existentes y la capacidad de computación de los departamentos de investigación no es aún suficiente para vincular hechos puntuales con el clima global.

Afirman los autores que los modelos matemáticos utilizados para este informe se basan en una mejor comprensión de los procesos que constituyen el sistema climático que la que existía en el momento de elaborar otros estudios previos. La «inequívoca» relación entre las emisiones causadas por la sociedad humana y el cambio climático es responsable principal del calentamiento, puesto que el impacto del sol o de la actividad volcánica se ha mantenido estable y neutral desde 1850.

El contenido de este documento será una base esencial para las deliberaciones de la cumbre COP26, que Naciones Unidas ha convocado en noviembre en Glasgow, tras su aplazamiento el pasado año por la pandemia. La reunión es una continuación de la que en París, en 2015, impulsó a la comunidad internacional a reducir emisiones para que la temperatura global aumentase por debajo de 2 grados. El Grupo de los Siete, reunido en mayo, estableció el objetivo de 1,5 grados, ya aceptado por muchos países, pero que lo vincula a la consecución de la neutralidad del carbono en 2050, algo que los científicos consideran demasiado tardío a la vista de su última evaluación.

En Glasgow, los 195 países miembros del panel de la ONU y organizaciones observadoras intentarán establecer nuevos horizontes para la reducción de emisiones de dióxido de carbono y acordar un sistema de financiación internacional para las transiciones tecnológicas necesarias en los países menos ricos.

Ante esta «alarmante situación», el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha exigido a los políticos que tomen medidas «rápidas y drásticas». «Las campanas de alarma son ensordecedoras y la evidencia es irrefutable», ha sentenciado.

En sus palabras, este informe debe ser una «sentencia de muerte» para el carbón y los combustibles fósiles, antes de que «destruyan» el planeta. «Si combinamos fuerzas ahora, podemos evitar una catástrofe climática», ha asegurado.

Guterres ha hecho un llamamiento a los países ricos y los bancos de desarrollo para que proporcionen más dinero para la adaptación al cambio climático en las partes más pobres del mundo. «Se debe cumplir la promesa de recaudar 100.000 millones de dólares al año», ha dicho.

El IPCC advierte de que los glaciares continuarán derritiéndose durante décadas o siglos, mientras que durante el siglo XXI la capa de hielo de Groenlandia es «prácticamente seguro» que continúe derritiéndose y es «probable» que ocurra lo mismo con la capa de hielo de la Antártida.

Sobre el aumento del nivel del mar, los científicos prevén que el aumento continúe durante todo el siglo XXI y que los fenómenos extremos del nivel del mar que ocurrieron una vez por siglo en el pasado podrían ocurrir anualmente en varias localizaciones en 2100.

El informe incide en que, con «alta probabilidad», un calentamiento de 1,5 grados «intensificará» las fuertes precipitaciones e inundaciones en Africa y Asia. Este incremento de las precipitaciones e inundaciones tiene una probabilidad de «media a alta» en América del Norte y «media» en Europa. En este sentido, los científicos prevén que la magnitud del cambio en las próximas décadas aumentará a medida que aumenten las temperaturas.

El documento resalta la «alta probabilidad» de que las precipitaciones del monzón aumenten a medio y largo plazo, especialmente en el sur y sudeste de Asia, el este de Asia y Africa occidental, excepto en el extremo occidental del Sahel.

A 2 grados de calentamiento global o más, varias regiones de Africa, América del Sur y Europa sufrirán un aumento en la frecuencia y/o severidad de las sequías agrícolas y ecológicas con una probabilidad «media a alta». También se prevén aumentos de las sequías en Australasia, Centroamérica, Norteamérica y el Caribe con una probabilidad «media».

El aumento de las temperaturas de las ciudades será imparable. Los científicos advierten de que una mayor urbanización unida a fenómenos de calor extremo más frecuentes «aumentará la severidad de las olas de calor». Los expertos destacan que las ciudades costeras también pueden sufrir más inundaciones debido al aumento del nivel del mar y precipitaciones más torrenciales.

Si todo sigue así, nuestros hijos no verán la Tierra como la hemos visto nosotros.

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