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Las regiones devastadas de Josefina Aldecoa

mientras sus compañeros cultivaban la bohemia, JOSEFINA ALDECOA CONQUISTó SU TERRITORIO COMO EDUCADORA Y NOVELISTA. doctora en pedagogía, la llamaban ‘la cultural leonesa’.

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ERNESTO ESCAPA
León

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Josefina Rodríguez Aldecoa (1926-2011) entró en contacto con la literatura a través de don Antonio de Lama, que reunía en torno a su púlpito laico de la Biblioteca Azcárate las inquietudes de la ciudad. Después, la roblana, hija y nieta de maestras en derrota, tuvo que inventar su propio colegio para poner en práctica un ideario educativo acuñado con la audacia de quien es capaz de rescatar valores proscritos. Tampoco su trayectoria de escritora resultó fácil. En 1952 se casa con Ignacio Aldecoa, que para entonces ya había publicado un par de libros de poesía y medio centenar de cuentos en revistas literarias. Aquel año escribe La casa gris , inspirada en su estancia londinense, que tendrá su descalabro en el Nadal de Ferlosio, en 1955.

BABIA, PARAÍSO DESCONOCIDO

El viaje de novios lo hacen por la montaña leonesa y su primer fruto es el libro Babia, paraíso desconocido , un texto destinado a inaugurar la serie El camino al alimón , anunciado en 1955 pero nunca cumplido, porque no pasó de las notas de andar y ver. Juntos participan en la aventura de Revista española (que dirige el republicano Antonio R. Moñino, tío de Rajoy), para la que Josefina traduce el primer cuento de Truman Capote publicado en España . La pareja Aldecoa pasa el año 1958 en Nueva York con una beca y allí contactan con ilustres exiliados o descubren a Greta Garbo como cliente de la perfumería que regentan las hijas del Caballero Audaz. A la vuelta, Josefina hace su tesis doctoral, que verá la luz en 1960 con el título de El arte del niño , y se dedica a la enseñanza, poniendo en pie el colegio Estilo, uno de los centros educativos laicos con más prestigio en la capital de España. En 1961 publica su primer libro, una colección de diez relatos titulada A ninguna parte .

LOS NIÑOS DE LA GUERRA

Después, la escritora Josefina Rodríguez desaparece de la escena literaria durante más de veinte años, hasta bien entrada la década de los ochenta. Ignacio Aldecoa moriría, de un infarto fulminante, al mediodía del 15 de noviembre de 1969. Una selección de los cuentos de Aldecoa, en 1976, supone la reaparición literaria de Josefina, que ahora firma Rodríguez de Aldecoa y antepone a la antología una introducción cargada de admiración y confesiones biográficas. Siete años más tarde reúne en Los niños de la guerra textos y semblanzas de sus compañeros generacionales urdidos con una emotiva evocación de la memoria colectiva.

La enredadera (1984) fue su primera novela en ver la luz y en ella ya están los ingredientes que recorren su obra narrativa. Los rastros implacables de la memoria, la seducción del paisaje, la reflexión íntima, la conciencia de mujer, el lenguaje preciso, la lucha por la libertad individual. Porque éramos jóvenes (1986) y El vergel (1988) completan el ciclo.

LOS FRUTOS TARDÍOS

Si estos primeros títulos revisan la peripecia sentimental de una generación fundida, la trilogía narrativa de los noventa supone el repaso de una frustración histórica. Historia de una maestra (1990), su cuarta novela y con la que alcanza el éxito, fue rechazada por Seix Barral, la editorial de las tres primeras, y publicada en Anagrama merced a la insistencia amistosa de Carmen Martín Gaite, que logró vencer el desinterés de Herralde. Historia de una maestra (1990) recrea la ilusión colectiva de la juventud republicana, su lucha por ocupar el lugar que les había destinado la historia. Mujeres de negro (1994) dibuja el paisaje después de la batalla, la crónica desolada del exilio, la enlutada supervivencia de Gabriela, la protagonista del ciclo narrativo, y la rebeldía de su hija Juana, su regreso al Madrid universitario de los cincuenta. La fuerza del destino (1997), que cierra la trilogía, es una novela marcada por el contrapunto entre la soledad y la nostalgia, el testimonio del paso del tiempo, la constancia de la fugacidad estimulada por la evocación de un pasado intensamente vivido.

Los noventa son su época de esplendor. Sin embargo, el único premio literario que recibió fue el Castilla y León de las Letras, concedido en 2004 al conjunto de su obra. Reunió los cuentos, rescató al cabo de medio siglo su primera novela y aún alcanzó a publicar dos nuevas, ya menores. También repasó su vida, una trayectoria de pérdidas y frutos amargos, en un volumen leve de memorias blancas: En la distancia (2004). En sus páginas recuerda los días felices de La Robla, en la casa familiar de las Ventas de Alcedo, bajo la peña del Asno y junto al viaducto de los ilustrados, leyendo a Víctor Hugo en el desván de las manzanas. Desde hace unos años, un cartel azotado por las inclemencias del tiempo anuncia su venta.

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