Diario de León

NÚMEROS 1

Educar sobre la muerte (también)

MANUEL VILLARROYA PASSOLAS / Intérprete de la lengua de signos y educador social, es dos veces premio extraordinario de la Universidad de León

Manuel Villarroya Passolas.

Manuel Villarroya Passolas.

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SUSANA VERGARA PEDREIRA | LEÓN
León

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Es intérprete de la lengua de signos. Tiene un ciclo superior. Es guía-intérprete de personas sordociegas. De ahí, dio el salto a Educación Social, una vocación, un convencimiento, unos estudios y una profesión que Manuel Villarroya Passolas, dos veces Premio Extraordinario de la Universidad de León, defiende con multitud de argumentos. Tiene un interesante trabajo de investigación sobre cómo afronta la civilización actual la muerte. Y es un firme defensor de las personas vulnerables. Lo aprendió siendo intérprete de ese otro idioma que se habla en silencio.

«La comunidad sorda se enfrenta a diario con unas barreras de comunicación establecidas por la comunidad oyente», dice. «Decidí orientar mi formación universitaria a poder ayudar, apoyar y proteger al resto de personas vulnerables o en riesgo de exclusión social, por la causa o motivos que fuesen». Y así fue cómo acabó matriculado en Educación Social.

«Nuestra figura profesional siempre ha estado ligada a la formación no formal, informal, extraescolar, exclusiva de los centros sociales etc, pero considero que la sociedad debe tener una visión más amplia y comprender que existe una vinculación de especial importancia entre la Educación Social y la educación escolar. Bajo mi punto de vista existen problemas en la enseñanza tradicional que aún no han sido resueltos, como el absentismo escolar, la violencia en las aulas con el bullyng, la falta de implicación de los padres/tutores del menor en su proceso educativo... Por eso creo firmemente que la figura del educador y educadora social debe hacerse visible dentro de escuelas e institutos puesto que fomentaría la inclusión e igualdad de los colectivos más vulnerables o con mayor dificultad social, contribuyendo a una mejora en cuanto a la convivencia del centro y a una mayor autonomía de ese alumno», explica. Es sólo una de sus reivindicaciones de una carrera que él estudió con vocación de ayudar.

Cree que el educador social debe de ser «un agente de humanización», que educa en valores, media y resuelve conflictos, facilita la igualdad de oportunidades, hábitos de vida saludables y el desarrollo total de las capacidades sociales de los alumnos. Sabiduría social en estado puro. «Un plan de acción común en beneficio de la comunidad», apunta.

Ha hecho dos trabajos de investigación. Uno de ellos sobre la muerte, sobre cómo afrontarla.

«La muerte es un tema que aún se resiste al trabajo de la ciencia, debido a su componente humano, biográfico y social. El hombre civilizado muere cansado de vivir pero no saciado de vivir», anuncia como resumen. La conclusión: que las conductas hacia la muerte son análogas independientemente de la pertenencia social y demográfica, el ‘sentido de la vida’, las creencias religiosas o el contacto previo con la muerte. Manuel Villarroya propone que esta investigación se utilice como material de trabajo para estudiantes de la asignatura Inteligencia emocional y competencia social del Grado de Educación Social en la Universidad de León. «A medio plazo para consolidar una nueva línea de investigación sobre el tema de la muerte en la vida cotidiana, y a largo para despertar la sensibilización hacia este tema en la población general», explica. Es, «el debate inevitable sobre cómo abordar educativa, legal, social y sanitariamente el tema de la muerte en una sociedad que envejece exponencialmente en todo el mundo», añade. Sobre este tema tiene una publicación en un congreso internacional.

Ha pensado muchas veces irse fuera de España. Para desarrollar unos conocimientos y una profesión que aquí todavía no ha podido. «Sólo trabajos precarios y mal pagados», dice. Es partidario de una ley de regularización de la profesión de Educación Social, rechaza el intrusismo en las áreas de voluntariado «donde nos encontramos a personas ejerciendo funciones que corresponden al perfil del educador y educadora social sin serlo», y denuncia «los recortes en los servicios públicos básicos, pensiones, educación, sanidad, violencia de género e igualdad, dependencia, cultura, cooperación al desarrollo entre otros, todos ellos pilares fundamentales en un Estado de Derecho, el cual no puede existir en las sociedades si no se protegen los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas».

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