Diario de León

el último viaje

El motor que cambió león

A las 13.35 horas del día 9 de noviembre de 1863 entró por primera vez un tren en la estación de león. en 148 años ha sido testigo de visitas reales, accidentes... león fundó hasta un periódico para agilizar el proyecto

Llegada del Alvia, el tren más moderno que circula por León, por primera vez, en febrero del 2007.

Llegada del Alvia, el tren más moderno que circula por León, por primera vez, en febrero del 2007.

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Texto: Manuel C. Cachafeiro
León

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Justo enfrente de la nueva estación provisional, en la avenida de Palencia, todavía se mantiene en pie la entrada a un solar cuyos pilares pintados en blanco terminan con unas estrellas de cinco puntas. Son casi piezas de museo, aunque para viandantes y conductores pasen desapercibidas. Pero los más mayores aún se acordarán que por allí pasaban unos raíles que la hierba y el asfalto taparon hasta lo que fue el muelle de carga de míticas empresas como Abelló, Elosúa, Jabonera Leonesa...

El triángulo que forman esos pilares con las estrellas de cinco puntas, la estación actual y la nueva terminal que inaugurará Zapatero el próximo día 18, resumen no sólo la historia ferroviaria de León, sino los sueños y frustraciones de una sociedad a la que el tren cambió hace 148 años, y que ansía que el tren, ahora llamado AVE, vuelva a ser el motor de otro cambio histórico.

Las estrellas de cinco puntas eran el símbolo de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, la sociedad que construyó el ferrocarril y la estación, y que terminó, como todas aquellas empresas que lograron el milagro de que España se subiera en el tren del progreso, en manos de Renfe, tras su nacionalización después de la guerra civil.

León se jugó tanto que se fundó hasta un periódico, El Esla, que salió a la calle en 1860. En el editorial de su primer número, como si fuera hoy, ya se hablaba de la necesidad de luchar «con todas nuestras fuerzas» para «arrancar de su letargo a nuestra desatendida provincia». Y como si fuera hoy también, la pugna era con Valladolid, donde se quería que el tren llegara a León por Medina de Rioseco y Mayorga y no desde Palencia y Sahagún, por donde estaba proyectado. Tal fue la presión que en la capital del Pisuerga se fundó otro periódico, La Unión Castellana, con el mismo objetivo.

El camino parecía despejado hasta dos años antes. El Gobierno aprobó un decreto para la construcción de un ferrocarril de Palencia a Galicia pasando por León y Puente Domingo Flórez, que fue adjudicado en concesión al empresario Martínez Picabea. El día que se conoció la noticia, el 29 de abril de 1858, el entonces alcalde leonés, Pedro Balanzategui, publicó un bando animando a los leoneses a que iluminaran esa noche las calles ante la trascendencia de una noticia llamada a cambiar el futuro de la ciudad y la provincia.

Sin embargo, la financiación no llegaba y el proyecto de ferrocarril entró en vía muerta. Por una vez, la sociedad leonesa reaccionó y buscó hasta dinero en Palencia. En total, se recaudaron 3 millones y 260.000 reales para la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, a 500 pesetas la acción.

El 4 de agosto de 1860, León conoció que por fin sería realidad. Esta vez, el alcalde Balanzategui no publicó otro bando. Recibió la noticia de noche ya, mientras estaba en el Teatro Principal, lo que hoy es el Ayuntamiento de San Marcelo, viendo la representación de la obra de teatro «La planta exótica». Mediante un telegrama, el presidente del Consejo de Ministros le confirmaba que el ferrocarril llegaría a León. Y allí mismo hizo pública la noticia. Una gran ovación del público cerró un día histórico para el futuro de León.

Al día siguiente, el domingo 5 de agosto de 1860, el periódico El Esla se engalanó con grecas y gran alarde tipográfico como se decía entonces para dar a conocer la gran noticia: «En la tarde de ayer se recibió en esta ciudad por telégrafo la noticia importantísima de haberse resuelto en el sentido que la ley y la conveniencia de consumo lo exigían la cuestión de nuestro ferrocarril».

Según consta en las actas del Ayuntamiento, cuando se planteó la llegada del ferrocarril se pusieron sobre la mesa dos opciones para que atravesara la ciudad camino de Galicia y Asturias. La zona de San Pedro, por detrás de la Catedral, y la vega de Armunia, como se conocían los terrenos al otro lado del Bernesga. Las primeras eran tierras de buenas cosechas, a tenor de lo que se puede leer en esos documentos municipales, mientras la ribera del río era una zona de grandes riadas, en otoño por las lluvias y en primavera por el deshielo. La decisión fue clara: se eligió la opción más barata.

Las vías desde Palencia y la estación se construyeron en un tiempo récord. La primera locomotora llegó a León el 23 de agosto de 1863 y tres meses después, el 9 de noviembre, se inauguró oficialmente la estación del ferrocarril. Una fecha para recordar que todavía no tiene una calle en la ciudad pese a su relevancia histórica.

El ferrocarril marcó el destino de la ciudad. Su llegada decidió por sí solo que León creciera hacia el este. Cuando llegó el tren y, más tarde, a principios del siglo XX, con el llamado Ensanche que trazó lo que hoy es el centro de la ciudad, entre Santo Domingo, San Marcos y Guzmán.

Hablar de la estación es hablar de León. No hay frase más famosa que el dicho popular atribuido a Guzmán. «Si no te gusta León, ahí tienes la estación».

La primitiva terminal no es como la actual. Hay una imagen de 1883, del fotógrafo francés Jean Laurent y Miniel, en la que se puede apreciar que era mucho más pequeña.

Lo primero que conllevó aquel nuevo edificio fue un creciente tráfico de personas y carros de un lado a otro del río Bernesga, y más tarde de coches y camiones. A principios de siglo, desde la estación todavía se veía la Catedral.

Crémer, testigo de excepción del siglo XX, ya lo dijo en 1979, tras una reforma más del puente que une ambas partes del río: «Quizá no es cuestión de entendimientos técnicos, lo que convenía a la ciudad fuera un nuevo puente, ancho, seguro y fuerte, que estableciera la necesaria obligación entre las dos partes de una ciudad no partida sino compartida.».

Y es que al muro del ferrocarril se unió a la barrera natural del río para el Crucero, la Vega, la Sal...

La estación pronto generó una importante actividad económica. De todo aquel boom ya no queda nada, salvo la chimenea y la vieja fábrica de Abelló.

La historia de la estación de León es también una historia de hombres y mujeres. Miles de viajeros en casi siglo y medio. Tal era su importancia que hasta el cambio de jefe de estación era noticia de primera página, como se puede leer en la portada del Diario de León del 22 de marzo de 1933.

El primer viajero importante que pasó por la estación fue Alfonso XII. Según cuenta Luis Pastrana, quien fuera cronista oficial de la ciudad, en su libro 'Políticas ceremonias. Siglo XXI', el futuro rey y su hermana doña Isabel llegaron en tren a León el 12 de julio de 1877, con un séquito de 72 personas, dentro de una gira de tres semanas por León, Asturias y Galicia. El futuro rey, que no tenía todavía 20 años, fue recibido «con repique general de campanas» por la Corporación Municipal en la propia estación, que se engalanó con un arco triunfal a la entrada de los talleres de la compañía del ferrocarril. Dos días después, el sábado 14 de julio, abandonó la ciudad, también en tren, camino de Oviedo. En una nota de agradecimiento conocida días después, Alfonso XII informaba que, en nombre de su padre, el entonces rey, donaba a la ciudad de la Real Munificencia 39.500 pesetas, 27.000 del rey y 12.500 de la princesa de Asturias, que se repartieron de la siguiente manera: 30.000 para la Catedral -como si fuera hoy, ya estaba en obras-, 7.000 para establecimientos benéficos y pobres de la capital y 2.500 para gratificaciones. Alfonso XII volvió a pasar por León en tren dos veces más.

A lo largo de casi siglo y medio de existencia, la estación de León ha sido testigo de otras visitas reales. Alfonso XIII lo hizo en 1902, para conocer los principales monumentos de la ciudad y algunas empresas pujantes de la ciudad situadas cerca del ferrocarril como 'Papelera leonesa', en los terrenos que después ocupó Abelló. Su tren real entró en la terminal leonesa un caluroso 7 de agosto. Una multitud le recibió en los andenes, engalados con banderas, gallardetes y farolillos de colores antes de subirse en un carruaje, obra del artista Benlliure, que semejaba una torre almenada.

Alfonso XIII pasaría otra vez en tren año y medio. La llegada del automóvil, medio que se impuso al tren para los gobernantes, hizo que tuvieran que pasar nada menos que 80 años para ver a otro Borbón pisar la estación. Fue Don Juan Carlos, en el viaje que hizo acompañado por la reina para conmemorar el centenario del paso ferroviario de Pajares, el 18 de octubre de 1984. Los reyes y la infanta Elena llegaron a la capital leonesa procedentes de Oviedo. En la estación fueron recibidos por el entonces alcalde, Juan Morano, a los sones del Himno de León. Para continuar viaje a Madrid, ya no fue el tren el medio elegido. Si antes había sido el automóvil el que sustituía al ferrocarril, en los años 80 del siglo pasado era el helicóptero. Hoy solo la pisan los Reyes Magos.

Historias de reyes, pero también de la crónica de sucesos. En 1904 tuvo lugar uno de los accidentes más graves, porque descarrilamientos ha habido unos cuantos: «Hallándose de maniobra una locomotora, abriose el regulador, emprendiendo aquella vertiginosa marcha, empujando a un tren que se encontraba en la vía. Algunos viajeros se arrojaron de los coches. El suceso ha ocasionado un muerto y veinte heridos». Así se publicó el accidente en una revista de Madrid.

La estación también dio nombre a un famoso crimen que tuvo lugar en León el 16 de mayo de 1905. A las puertas del bar 'El Maragato', en la carretera de Zamora, hoy desaparecido, tres personas salieron a «arreglar cuentas», según la prensa de la época. Uno de ellos murió de una puñalada. En el juicio, no se pudo demostrar que 'El manco' fuera el autor.

Y cómo no, también hubo momentos para celebraciones. La más importante, el 9 noviembre de 1963, coincidiendo con el primer centenario. La estación se llenó de banderas para recibir, a las 13.35 de la tarde, a un tren similar al que circuló por las vías un siglo antes.

El sábado 18 termina una historia de más luces que sombras. El reloj de su puerta principal no se detendrá, aunque ya no pasarán trenes. Queda buscarle otro destino. 148 años de historia no pueden entrar en vía muerta.

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