Diario de León

Facebook entra en el desván de Ponferrada

Internet hace emerger un siglo de fotos antiguas Ponferrada tenía un puente, dos estaciones de tren y una montaña de carbón. El país salía de una guerra. La autarquía extendía el hambre y la miseria. Pero en la capital del Bierzo fluía el diner

Primer «rascacielos» de Lazúrtegui, Edificio Uría, años sesenta.

Primer «rascacielos» de Lazúrtegui, Edificio Uría, años sesenta.

Ponferrada

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Hace setenta años, Ponferrada era una ciudad más violenta y más viciosa. Se pagaban cenas con piedras de wolfram, había tanganas multitudinarias a las puertas de algunos bares, se jugaban pequeñas fortunas a las chapas y ciertas partidas de cartas se eternizaban durante varios días.

Hace sesenta, Lola Flores y Manolo Caracol actuaban en el primitivo Teatro Bergidum, Juanito Valderraba componía su famosa canción El emigrante en el dorso de una factura del Hotel Madrid, Antonio Machín actuaba en el Teatro Edesa, y la ciudad pasaba de llenarse de aventureros y personajes fronterizos en busca del nuevo oro grisáco que se extraía de la Peña del Seo para endurecer el acero de los cañones alemanes, a llenarse de obreros gallegos, andaluces y extremeños, y de ingenieros atraídos por las obras de la recién nacida Empresa Nacional de Electricidad (Endesa); el embalse de la Fuente del Azufre, el pantano de Bárcena y la central térmica de Compostilla I.

Ha sido necesario que las redes sociales calaran en la ciudad para que dos grupos de usuarios de Facebook hayan sacado a la luz en los últimos meses más de 3.500 imágenes desconocidas de los años del dinero fácil y los golpes de fortuna, pero también de las décadas anteriores y posteriores, hasta completar una estampa inédita del último siglo en la vida cotidina de Ponferrada, donde no faltan testimonios gráficos que van desde tren minero de la MSP, construido en diez meses entre 1918 y 1919 por 4.800 obreros diezmados por la gripe española y el pánico que creó entre los trabajadores, hasta el derribo del mítico Teatro Endesa, el mismo año de 1975 en que murió Franco. Una selección de 170 de esas fotografías, la mayoría en blanco y negro y casi todas inéditas, ocupará entre el 3 y el 30 de marzo una sala de la Casa de la Cultura en una exposición sin precedentes. Por su contenido. Y por el respaldo popular. Los grupos de Facebook Fotos antiguas de Ponferrada y del Bierzo, y de ponferradinos y bercianos, tienen más de 4.400 seguidores y aunque cuentan con la colaboración del Ayuntamiento y de dos negocios particulares para organizar la exposición, la iniciativa nunca ha dejado de estar del lado de los usuarios de todas las edades que cuelgan sus fotos, decididos a desvelar lo antiguo a través de lo moderno.

Porque mucho antes de que existiera Facebook, mucho antes de Internet y la fotografía digital, los desvanes de Ponferrada ya guardaban en viejos álbumes de fotos imagenes ocultas de la ciudad y de algunos de sus personajes más populares.«Aprovechamos las nuevas tecnologías para que la gente separe de los baúles y las maletas las fotos inéditas y las suba a Facebook para conocer un poco más de la historia de la ciudad», cuenta el administrador de las dos páginas donde los usuarios cuelgan sin ánimo de lucro las imágenes, Carlos Rodríguez.

El éxito popular ha convertido las dos páginas «en la colección de fotos en Facebook más importante de España, la que tiene más seguidores y más participantes, hasta el punto de que otras ciudades nos han copiado», asegura Rodríguez. «Volvemos a ser pioneros. Lo fuimos con la MSP, la primera industria privada del país, y con Endesa, que nació aquí, y todo esto es una forma de recuperar ése espíritu y de saber apreciarnos», añade Jorge Morán, otro de los impulsores de un proyecto donde nadie busca protagonismos. Y sus palabras nos devuelven a la Ciudad del Dólar, que antes lo fue del wolfram.

Aquella ciudad que durante unos años se pareció demasiado a «un poblado minero del Far West », la rememora el escritor Raúl Guerra Garrido, autor de la novela finalista del premio Planeta en 1984 El año del wolfram . Eran años, en el comienzo de la década de 1940 y en plena Segunda Guerra Mundial, en los que el mineral codiciado por alemanes, ingleses y norteamericanos convirtió al Bierzo en lo más parecido «a la fiebre del oro de California».

Ponferrada lo notó. «Se llegó a pagar en especie. Dos piedras saldaban la cuenta de una cena», asegura el escritor nacido en Madrid, pero de familia cacabelense. Los más espabilados podían ganar mucho dinero sin ir más lejos del Montearenas, añade Guerra Garrido, mientras el país se sumergía en el hambre y la represión llenaba las cunetas de muertos. «Podías decidir tu vida a golpe de fortuna y con el dinero del wolfram, llegaron las salas de fiesta y los prostíbulos», añade el novelista.

La explotación del hierro del Coto Wagner, el tirón de la minería del carbón, el nacimiento de Endesa en 1944 y el final de la guerra mundial acabaron con los años del wolfram, pero trajeron otro tipo de prosperidad. La ciudad se llenó de emigrantes gallegos, extremeños y andaluces, concentrados en barrios de la periferia como Flores del Sil, y de ingenieros que vivían al margen del entramado urbano en el poblado de Compostilla, comían tapas de gambas a la gabardina en lo que hoy es la avenida de España -”y que en aquellos años llevaba el nombre del Capitán Losada, una de las figuras de la rebelión militar contra la República-” y se iban de caza en Land Rover.

«Era una ciudad más violenta que ahora», afirma César Gavela, otro escritor que ha retratado aquellos años en su novela El puente de hierro , premio José María Pereda en 1998. «Había peleas multitudinarias a las puertas de algunos bares. Eran de película de John Ford», cuenta. Gavela, cuyos padres tenían una almacén de coloniales en la misma calle Capitán Losada, convertido en un lugar de tertulias y filandones donde afloraban historias negras, recuerda además que «había mucha violencia de género vinculada al alcohol» en la Ponferrada de los años cincuenta y que la policía del antiguo régimen era terrible. «Te podían llevar a Comisaría y te metían una paliza».

Cerillas de mil pesetas

La Ponferrada que recuerda Gavela también era «muy clasista», donde el surgimiento de una pequeña élite de profesionales en torno al Club de Tenis, -”que estrenó piscina en 1964 y donde las mujeres enseñaron los primeros bikinis y minifaldas-” sacudió las estructuras sociales de una ciudad que daba la espalda a los inmigrantes de Flores del Sil y Cuatrovientos. Una ciudad donde la Guardia Civil observaba los bailes en El Frontón, la pista al aire libre que funcionaba cerca de la actual plaza de Luis del Olmo, y que ha dejado tantas fotos como leyendas urbanas. Entre las favoritas de Gavela, la del hijo de cierto empresario minero «que encendía los cigarros con billetes de mil pesetas» o «la del notario que se jugó el chalé a las chapas».

Eran años en los que «todos los niños de Ponferrada querían ser ingenieros». Como lo fue el escritor, Juan Benet, empleado en las obras de Endesa en los años cincuenta y que llegó a reconocerle al propia Gavela que su novela Volverás a Región se había inspirado en aquella ciudad y aquella época.

Una ciudad que estrenaba los años sesenta con el primer edificio alto en la plaza Lazúrtegui, tan parecido al Flatiron Building de Nueva York por su estrechez que comenzaron a conocerle como El ataúd . Lazúrtegui, una de las imágenes más recurrentes, ya era bisagra urbana. De allí partía la calle Capitán Losada, lugar de paseos, y allí se encontraban el Edesa y cinco bares con terraza. «El cine era el centro de la ciudad», concluye Gavela. De una ciudad donde un sólo puente unía las dos orillas del río al final de la avenida de José Antonio -”hoy de La Puebla-” y dos estaciones de trenes competían por llenar las vías de humo. Sesenta, setenta años después, una red social y el empeño de cientos de personas anónimas han conseguido que ninguna de aquellas imágenes se desvanezca.

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