Diario de León
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Crítica de televisión mikel labastida

La noticia cada día no es cuánta gente vio un programa, sino los que no lo hicieron. Pensará cualquiera que el miércoles pasado no había persona que no estuviese ante la pequeña pantalla contemplando el partido que eliminó a la selección. Pues los había. Según los datos de audiencia, 30 millones de españoles pasaron del fútbol, ya que sólo 13 millones conectaron con Telecinco. Vale, pongamos que unos cuantos escogieron la radio o la edición online de un medio. Aún así no llegaría ni a la mitad de la población. ¿Y a eso lo llaman asunto de interés nacional? ¿No les sorprende cuando a final de año al sumar los resultados de seguimiento de las campanadas en distintas cadenas se desvela que casi 33 millones no conectaron con ninguna retransmisión? ¿Son acaso las uvas una costumbre marginal y de poco arraigo? ¿Qué hacen esas personas mientras los convencionales estamos con aquello de que si la quinta es la una y la sexta es la dos?

El momento más seguido de la historia de la televisión en España, desde que se miden las audiencias, se produjo en 2012, cuando a las 22.37 horas 18.136.000 espectadores se reunieron frente al España-Croacia, en la Eurocopa. 26 millones pasaron de contemplar aquel encuentro. El resto de emisiones del ránking también pertenecen a partidos de fútbol (de Mundial o de Champions) y se mueven entre los 13 y los 15 millones

Únicamente se cuela en la lista una propuesta no deportiva, la final del festival de Eurovisión de 2002, en el que participó Rosa de Operación Triunfo , Rosa de España para los fans, y que logró atraer a 14 millones de curiosos. Los otros 30 tenían cosas mejores que hacer que tararear el Europe’s living a celebration . Y no me extraña.

Todo esto no puede conducirnos a ninguna conclusión pero sí al menos a cuestionar un sistema de medición que se basa en unos aparatos instalados en apenas 4.600 hogares.

O quizá es que la televisión se considera el ombligo del mundo y no es para tanto y una gran mayoría opta por estar leyendo un libro, disfrutando de una conversación o viendo una obra de teatro antes de plantarse frente a la pantalla.

Pero me cuesta creerlo.

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