Diario de León

JUAN PABLO RODRÍGUEZ FRADE | ARQUITECTO ENCARGADO DE LA REFORMA DEL MUSEO DE SAN ISIDORO

«San Isidoro es uno de los lugares con mayor tirón de España»

Juan Pablo Rodríguez Frade en el MAN. RAQUEL P. VIECO

Juan Pablo Rodríguez Frade en el MAN. RAQUEL P. VIECO

León

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Tiene una trayectoria abrumadora. Premio Nacional de Conservación, Juan Pablo Rodríguez Frade está detrás de la exitosa restauración del Museo Arqueológico Nacional o del Sefardí de Toledo y acaba de ganar la remodelación del Reina Sofía. Este arquitecto madrileño es el responsable de la reforma y ampliación del Museo de San Isidoro, cuyas obras comenzarán después de Semana Santa. Enamorado del Panteón Real y de su «atmósfera única», adelanta que el nuevo acceso al Museo es lo que más va a sorprender. Frade y su equipo han tenido que resolver las limitaciones de un edificio medieval que no tenía espacio para mostrar su enorme tesoro. Tras la reforma, que incluye poder recorrer el adarve de la muralla, el discurso museográfico será más comprensible. El gran reto: que todas las estancias sean accesibles.

—Con todos los museos que ha remodelado, ¿el de San Isidoro le hace ilusión?

—Todos los proyectos en los que estamos involucrados nos hacen mucha ilusión. Los museos son lugares muy especiales en donde el visitante aprende disfrutando, y para un arquitecto poder proyectar un museo es siempre un enorme halago y un privilegio. San Isidoro tiene mucho de especial desde un punto de vista histórico y artístico. Un espacio cargado de historia y, como tal, estamos con unas ganas enormes de comenzar con las obras. La especial sintonía que hemos llegado a tener con el Cabildo y con la Fundación Montemadrid, hace que estemos más ilusionados todavía

—Hace años los museos los montaban los directores, hasta que los arquitectos se «adueñaron» de la museografía, ¿ha sido para bien?

—Yo creo que sí. No porque los directores no hicieran bien esa labor, sino porque se trata de una disciplina que ha evolucionado enormemente y que hace necesaria una especialización.

Desde mediados del siglo XX se han realizado museografías por arquitectos que son auténticas referencias. Esto no implica que no se deba contar con los directores de los museos a la hora de desarrollar el proyecto museográfico, pues su aportación es imprescindible. Sin embargo, sí que debe haber más diálogo para que cada cual aporte en aquello en lo que se encuentra más preparado y la suma sea la adecuada.

—En el caso de San Isidoro, ¿el principal condicionante ha sido el espacio o la cantidad de tesoros que se pueden exponer?

—Sin lugar a dudas el espacio. La preexistencia del lugar y su complejidad geométrica

—¿Qué es lo que más le gusta del proyecto?

—La naturalidad que espero que se refleje en la intervención. Que una vez se haya ejecutado, parezca que no había otra solución razonable. Algo parecido a los que nos ha sucedido con el Museo Arqueológico Nacional. Una vez realizadas las obras, parece que siempre ha sido así y que no existían otras soluciones adecuadas.

—La sala que hicieron para el Cáliz de Doña Urraca es nueva; también la Cámara de Doña Sancha, que antes alojaba el tesoro y ha recuperado las pinturas que arrancó un arquitecto. ¿Estas dos salas también las van a cambiar?

—Se van a adecuar a la nueva museografía, pero su espíritu y arquitectura permanece.

—¿Cómo se reforma un museo como el de San Isidoro? ¿Cuál ha sido el proceso?

—Mucho diálogo con los interlocutores de la Fundación Montemadrid, y con los responsables de la Real Colegiata. Hemos realizado muchas visitas al lugar para empaparnos de la problemática, lo que ha implicado ir renunciado a otras soluciones que hubieran podido resultar más visibles y agresivas hacia el conjunto.

—¿Cuál es su pieza favorita de San Isidoro?

—El Panteón. Su atmósfera es única

—¿El Panteón Real también va a cambiar?

—Apenas. Lo más relevante es que en el recorrido del conjunto, la visita al Panteón se va a realizar una vez se ha visitado el museo y el claustro, y se ha entendido el contexto. Va a resultar el colofón de la visita.

—¿San Isidoro ha estado muy desaprovechado?

No me lo parece. Ha cumplido con su misión perfectamente. Es uno de los lugares con mayor tirón cultural y turístico de España. Pero como la demanda cultural y la interpretación del Patrimonio ha cambiado enormemente en los últimos años, se ha hecho necesario poner el conjunto al día.

—¿Aceptaron de cabo a rabo su proyecto o le pidieron poner y quitar cosas?

—El proyecto definitivo es un conjunto de acuerdos e ideas de todos los que participamos. No hay imposiciones. Las posturas se discuten, se argumentan y desde el respeto se encuentran las soluciones. En ese caso, las conversaciones han sido siempre muy enriquecedoras.

—Cuando hace un proyecto de este tipo, ¿se plantea si va a envejecer bien?

—En la intervención del patrimonio siempre pensamos en la atemporalidad. No deben ser actuaciones a la moda; «de usar y tirar». Deben permanecer en el tiempo ganando en calidad y en nobleza

—En algunos de los museos que ha restaurado, como el Arqueológico Nacional, se dispararon las cifras de visitantes, ¿le han marcado objetivos en este sentido?

—En el MAN se quintuplicaron las visitas el primer año, y en la actualidad el número de visitantes es aproximadamente el doble de las que había en los años previos a las obras.

No nos han marcado objetivos de rentabilidad económica o de subir en el ranking de los museos más visitados. No hubiera tenido sentido. El conjunto es frágil. Pretendemos que la visita sea más cómoda, accesible y enriquecedora, pero el uso indiscriminado del patrimonio para incrementar el número de visitantes supone graves riesgos para su conservación, y para el propio disfrute de la visita.

—Supongo que conoce San Isidoro hasta el último centímetro, ¿le sorprendió algo del edificio?

—La sensibilidad que esconden cada uno de sus rincones y la capacidad de sugerir y evocar situaciones

—¿Tiene algún referente en arquitectura?

—¡Quién no los tiene! Es imposible partir de cero. En rehabilitación del patrimonio los arquitectos italianos de la primera mitad del siglo XX son referencias incuestionables.

—¿Cuánto tiene de puesta en escena y cuánto de interiorismo un proyecto como el de San Isidoro?

—Tiene mucho de arquitectura con mayúsculas. Es necesario primero ordenar los espacios y en pasos posteriores matizar y clarificar su presencia en diálogo con lo existente. El tipo de texturas y acabados son decisiones que van surgiendo durante el proceso

—Alguien que ya haya visitado el museo, tras su reforma ¿no lo va a reconocer?

El acceso le va a sorprender y el conjunto se va a entender mucho mejor, pero la nueva aportación no trata de deslumbrar. Trata de mejorar lo existente desde un respeto absoluto hacia el conjunto.

—¿Cuál fue el espacio más problemático?

—El acceso y todo lo relacionado con los desniveles existentes que hemos intentado unificar por un tema derivado de la accesibilidad

—Incluir el paseo por el adarve de la muralla tardorromana dentro de la visita al museo, ¿fue idea suya?

—No recuerdo de quién fue la idea realmente. Digamos que de puro obvio es una idea que flotaba en el imaginario de todos, y que hemos podido hacer realidad

—En una escala de uno a diez, ¿qué grado de dificultad ha tenido la intervención en San Isidoro?

—Bastante alta. El detalle 1: 1 es muy importante. Con respecto a una obra de nueva planta la dificultad es infinitamente mayor.

—Alguien que haya estado en otros museos en los que ha intervenido y visite San Isidoro una vez reformado, ¿va a apreciar «su sello»?

—Nuestro estudio, Frade Arquitectos, digamos que tiene muchos estilos de acuerdo al problema que debemos solucionar. Ese conjunto de estilos, hacen a su vez que todos ellos respondan a un sello: potenciar y valorar aquello con lo que nos encontramos desde una postura actual de relectura del Patrimonio.

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