Diario de León

EL INVENTO DEL MALIGNO | JOSÉ JAVIER ESPARZA

Saurios

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JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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COMO EN una versión televisiva del célebre cuento de Monterroso, la otra noche zapeé y el dinosaurio seguía allí. Es que Telecinco emitía por enésima vez una película de la saga Jurassic Park; concretamente la tercera, que lleva por título específico Parque Jurásico III, es decir, nada de específico. Es interesante, porque esta película es un perfecto ejemplo de cine comercial fabricado con la única finalidad de explotar un éxito de taquilla hasta que no quede de él ni las raspas (o los fósiles), es decir, algo que nuestros canales hacen habitualmente con sus series españolas. La gran diferencia es que la cinta de Joe Johnston (porque esta tercera ya no la dirigió Spielberg) consigue, pese a todo, ser espectacular, entretenida y a veces hasta emocionante. Talento, se llama la figura. En Telecinco deben de estar contentísimos consigo mismos por haber tenido la idea de emitir esta cinta en vez de los ensayos de las últimas semanas. Hay que recordar que La séptima silla, un programa de debate por tercios (uno muy presentable, otro dudoso y un tercero abominable), fracasó la semana pasada hasta el punto de que Telecinco no le ha dado siquiera una segunda oportunidad. La silla se quedó con una cuota de pantalla del 7,1%, que equivalía el otro viernes a poco más de 800.000 espectadores. Y ello pese a la presencia de saurios tan notorios como Celia Villalobos y Carlos Carnicero. Quizás alguien debería ir pensando en renovar la plantilla de opinadores habituales de la televisión, porque hay nombres que empiezan a parecer fósiles. Frente a eso, los saurios de Parque Jurásico III tienen al menos la virtud del movimiento. La película de Johnston subió la cuota del viernes noche a un 12%, que esta semana equivalía a dos millones de espectadores. No le quepa a usted duda de que la inmensa mayoría de esos dos millones de personas ya había visto esa película antes -”por ejemplo, este servidor-”, y además, varias veces. Pero los saurios ejercen una fascinación misteriosa sobre el género humano, y la moda no mengua desde hace miles de años. Esto es una percepción muy personal, pero a mí no me cabe duda de que los antiguos, cuando hablaban de dragones que echaban fuego por la boca, se estaban refiriendo al hallazgo real de algún fósil de saurio; el fósil dio lugar a las leyendas, repetidas y ampliadas luego hacia todos los rincones. En todo caso, es más atractivo que los debates de saurios.

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