Diario de León

Cantera contra prejuicios

Un grupo de jóvenes derriba los estereotipos del boxeo con clases en las que no hay golpes y sí «mucho compañerismo».

Tres de los alumnos de Arrojo practican con la comba.

Tres de los alumnos de Arrojo practican con la comba.

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sergio c. anuncibay | león
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«En la escuela no me llevé ningún puñetazo». Abel Saña Falagán combate con estas palabras los prejuicios que rodean a la práctica del boxeo entre menores. Tiene 17 años pero conoció este deporte con 14. Es uno de los muchos alumnos que ha moldeado Alfredo Arrojo en la escuela municipal que, bajo el auspicio del Ayuntamiento, dirige en el polideportivo Salvio Barrioluengo.

No hay ningún tipo de contacto entre los jóvenes. Los únicos golpes que se dan se los llevan el saco y las manoplas. Ahí es donde se queda la energía de los infantes que cada lunes y miércoles acuden a las clases de formas de boxeo. También saltan a la comba y practican frente al espejo. Arrojo lo llama esgrima para romper con los estereotipos que, según explica, existen sobre esta disciplina. «Lo que hacemos aquí no tiene nada que ver con la competición», aclara.

Son clases «muy dinámicas», en las que los alumnos comparten una hora de entrenamiento que mezcla cuatro ejercicios para «mejorar el desarrollo psicológico y físico» de los más pequeños.

Trabajan los reflejos, la fuerza y la coordinación. Tiene en el aula a doce niños, aunque no hace mucho eran bastantes más. Achaca este bajón a la crisis —ahora hay que pagar por las escuelas deportivas del Ayuntamiento— y a la falta de información que enturbia los deportes de contacto. «Muchos lo relacionan con la violencia y no es así», subraya.

«Necesitamos que la gente lo conozca y que exista una buena base, como hay en otros deportes, pero es complicado. Hay que hacer mucha labor pedagógica», advierte. Basta con un repaso somero al perfil de sus alumnos para saber porqué lo dice. La mayoría llegó al boxeo por medio de sus mayores. Ese es el cauce habitual. Lo contrario parece una excepción, aunque también las hay.

Alejandro Millán González confirma la regla. Tiene 14 años y acude desde hace dos a las clases de boxeo. Ahora también lo practica su padre, que un día fue al pabellón a ver cómo su hijo cruzaba guantes con sus compañeros. «Le gustó, habló con Alfredo y ya lleva un año boxeando», cuenta este joven, que sueña con subirse al ring en el futuro. «Algún día me gustaría competir», relata, mientras Víctor Osorio (24 años), uno de los primeros discípulos de la escuela municipal, le enseña la medalla de plata que logró en el campeonato de España. «La primera vez que vine tenía 14 años y a los 16 me llevaron a Lanzarote al Nacional. Quedé segundo», recuerda. Por aquel entonces vivía con su abuela, a la que «no le hacía mucha gracia esto del boxeo». Tuvo que convencerla. Muy distinto es el caso de Andrea García. Su tía, Asunción García, fue campeona de España de full contact. «Me animó a que viniera y llevo aquí desde septiembre. A mi madre no le parecía del todo bien, pero entre las dos hablamos con ella para explicárselo», asegura. «Aquí no hay golpes», justifica.

Como a casi todos, lo que más le gusta es pegarle al saco. «Descargas mucha energía», matiza. Carmen González es otra de las alumnas. También tiene 14 años y resalta, sobre todo, «el compañerismo que hay entre todos los chicos y chicas de la escuela». Es la más veterana del grupo. Llegó hace tres años. Saca «muy buenas notas»; dice que el boxeo le ayuda «a concentrarse, a estar más tranquila».

Quizá ese sea el denominador común. Todos los alumnos coinciden en que salen de la clase más relajados. También les divierte. Fernando Robles es el pupilo más joven. Está a punto de cumplir 9 años y ya sabe lo que es hacer guantes, saltar a la comba con una pierna y darle al ‘punch’, al que sacude con una frecuencia ordenada, impropia de su edad. «Puede parecer fácil pero con niños tan pequeños no lo es», declara su entrenador, que insiste en los beneficios asociados a la esgrima del boxeo. «Es muy bueno para los chavales con hiperactividad. Les da, además, mucha resistencia física. Pero si no se fomenta, nunca dejará de ser un deporte minoritario», lamenta Alfredo Arrojo, quien tiene en su club —Leon Gym— a algunos de los boxeadores que otrora formaron parte de esta escuela municipal.

Uno de ellos, el colombiano Jhon Harvy (18 años), podría disputar su primera pelea este año. Empezó en el pabellón de El Ejido. «Quiero subirme al ring. Estamos mirando a ver si podemos cerrar un combate», revela. Asegura que este deporte le «desahoga muchísimo».

Otros como Ray Bonmatí aún tendrá que esperar algún curso para medir su técnica en un cuadrilátero. Tiene 14 años y un padre boxeador. «Él me incitó a finales de octubre del año pasado. Es muy divertido, lo pasamos bien», celebra.

Casi ninguno de los chicos que ayer hacía sombras en el gimnasio del Salvio Barrioluengo conoció el boxeo de forma casual. La mayoría tienen un padre o un hermano que lo practicaba antes. Eso es lo que pretende cambiar Arrojo. Quiere universalizarlo. «Invito a todos los padres a que ven lo que hacemos aquí», emplaza.

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