Diario de León

OPINIÓN Miguel Pardeza

Fénix Alavés

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La inquietud nos empuja a preguntarnos por el Alavés, un equipo que no hace mucho remontó un vuelo admirable y lleno de virtudes. Era el ejemplo de la pobreza enaltecida, de la rebelión proletaria que vadea la escasez para decir su última palabra a la prepotencia de los poderosos. Habrá que recordar la épica final jugada contra el Liverpool, que seguramente no debió perder. La historia del equipo inglés se le vino encima, y eso fue mucha carga para obtener un triunfo que mereció por juego, actitud y personalidad. Contra los que le vaticinaban un pasaje de ida y vuelta en la primera división, su trayectoria se ha mantenido insobornable. Claro que el tiempo sigue siendo su peor enemigo, y que no le resulta fácil vivir al margen de su estructura y de la estadística más reciente. Por fuerza, sus números lo arrastran recurrentemente al infierno, pero es obligatorio destacar el orgullo y el ímpetu que está demostrando para continuar en la brecha haciendo camino al andar como lo quería Antonio Machado. Frente al Atlético de Madrid, la desigualdad presupuestaria también le era adversa. No se trataba de un rival cualquiera, sino de uno que, fuera de su empaque, venía con la pretensión de conservar la categoría, según confesaba el sempiterno Luis Aragonés. Es posible que el rastro de humildad se debiera a una excusa anticipada, a un descargo elegante para no lanzar confusiones comprometidas. El caso es que la gente de Mané jugó de manera más que inteligente. Neutralizaron a Stankovic y a José Mari, lo que equivalía a dejar las bandas madrileñas a oscuras, taponaron a Nagore y a Albertini y controlaron a Torres. Lo demás lo puso el Atlético de Madrid, que se mostró en Vitoria como una formación imberbe, aniñada, en visible periodo de aclimatación. En su descargo habrá que anotar que efectivamente estamos ante un equipo prácticamente nuevo, con jugadores que acaban de conocerse y que viene de lidiar dos años con un mundo en el que para ganar no era primordial jugar bien. Pero estamos en la que llaman la liga de las estrellas, y aquí los resultados se consiguen de otra manera. El Alavés conoce la suya; el Atlético parece todavía que no.

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