El Madrid deja escapar dos puntos

El clásico dejó otra lectura preocupante desde la perspectiva blanca. Del Bosque dejó patente que teme enfadar a sus estrellas. No hizo ningún cambio cuando el equipo lo necesitaba. Rehusó mover a los hombres de contención y no tuvo la personalidad suficiente para dar entrada a Portillo y retirar, por ejemplo, a Raúl o Zidane, poco participativos en «La Catedral». No fue un partido de gran calidad pero sí intenso, con ritmo y sin pausa. El Athletic, pegajoso y revolucionado, interpretó desde el inicio que sólo desde la garra, la dureza bien entendida, la presión asfixiante y la concentración podría frenar a las estrellas merengues. Y los blancos, sin esconderse, metieron el pie y trataron de imponer su mayor técnica, a la espera del agotamiento vasco. Y esta lectura del partido les hubiera salido perfecta de no ser por sus clásicos errores. Ronaldo, muy activo, rápido y potente, se erigió en el gran protagonista del partido. Aunque esté gordo, cuando arranca y mete la directa es imparable. Falló demasiado en su mejor arte, la definición, pero siempre estuvo ahí. Gozó de las mejores y casi únicas ocasiones de su equipo. En el primer acto, lanzó en semifallo con la zurda y después se topó con Aranzubia tras firmar una jugada magnífica en la que dejó sentados a tres zagueros bilbaínos. Y en el segundo, desperdició un pase preciso de Zidane minutos antes de marcar a puerta vacía tras un error de Aranzubia en pugna con Raúl. Atrás, el Madrid sufrió en todos los balones parados y aéreos, donde Urzaiz es una amenaza. La zaga blanca tuvo otro problema serio, ya que para contrarrestar la velocidad del adversario recurrió a faltas demasiado evidentes que acarrearon la tarjeta amarilla. Así, tres de los cuatro zagueros -Roberto Carlos, Salgado y Hierro- jugaron mucho partido bajo la amenaza de expulsión. También los defensores del Athletic, aunque en su caso es más lógico. Por fortuna paran todos ellos, Undiano Mallenco bajó el listón con las tarjetas en la segunda mitad. Con el gol de Ronaldo a los 11 minutos de la reanudación, el Athletic, ya agotado y desmoralizado, tuvo que asumir enormes riesgos. El partido se volvió propicio para que el Madrid matase en cualquier contragolpe, pero su enésimo error de concentración permitió resucitar a los «leones» y soportar el asedio final del oponente.