Diario de León

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Saludos de Clemente Prieto

Era conocido cariñosamente como El Chepa, apodo por el que todos le recordarán como amigo y compañero, enemigo de la discordia y siempre dispuesto a complacer

El Chepa presta atención a la conversación y al fenomenal  lucio que  pescó su amigo

El Chepa presta atención a la conversación y al fenomenal lucio que pescó su amigo

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Ordoño Llamas Gil - león
León

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Esta tarde recibí la inesperada visita de Clemente Prieto. Estaba yo entrevelado derivando hacia cuestiones intrascendentes, como el ambiente, y se me presentó de improviso. Para quienes sean pescadores veteranos quizá no les diga tampoco nada su nombre de pila, ya que era conocido cariñosamente como El Chepa, apodo por el que todos le recordarán como amigo y compañero, enemigo de la discordia y siempre dispuesto a complacer. Su situación por aquellas latitudes es ahora con contrato indefinido en el mejor lugar fluvial imaginable, si bien hubo de someterse antes a purgar durante algún tiempo sus incursiones leves de furtivismo, relativas a la pesca a mano de nuestros austropotamobius pallipes, aunque se le aminoró la estancia al considerar el eximente de la proximidad de la pandemia que los exterminaba sin remisión y que, por tanto, solamente había colaborado al aprovechamiento de los últimos ejemplares antes de su fatal ejecución. Me relató la peripecia de su marcha con su ingreso en las escuelas purgatoriales, en las que había llegado a ser un adelantado, aprendiendo y enseñando el arte de pescar sin causar perjuicios, ni tan siquiera a los peces o crustáceos involucrados en el juego, lo que le valió para acceder de inmediato al departamento de los elegidos, donde ahora se halla. Se trata de un lugar donde residen eternamente los jubilados de la pesca cuyo comportamiento ha sido intachable como pescadores y como personas. Allí se encuentra también Mundo (Andarríos) y mi tío Fidel Gil, quienes le encargaron saludarme, comprometiéndose todos a reservarme una plaza para cuando esté decidido mi traslado. Noticias de los ríos Tenía mucho interés por saber si la situación actual de los cangrejos autóctonos estaba en franca recuperación, y si ya se había superado o contrarrestado el virus letal de la afanomicosis, contagiado por la introducción del cangrejo rojo americano. Esperaba que este ya habría sido controlado o exterminado, y los causantes de tal crimen destituidos de sus cargos. Sólo cuando le informé de que esta meta estaba aún más lejos de nuestro alcance, debido a que, además, había sido introducido otro peligro importante, repoblando muchas de nuestras aguas con otro cangrejo llamado señal (que también es portador del virus de la afanomicosis), por los mismos individuos que él suponía destituidos y que, también, nos habían dorado la píldora diciendo que nos hacían un gran favor, porque el señal ahuyenta o extermina al rojo. Cuando lo supo casi se le cayó el cielo a los pies. Lugares favoritos Clemente recordaba con claridad meridiana nuestras excursiones exploratorias por las riberas del Esla y Órbigo preferentemente, transitando todos los caminos y roderas imaginables hasta conseguir hacer una selección de lugares favoritos donde la pesca solía concentrarse, ya fueran truchas, barbos, bogas, lucios, blasses o cangrejos, y donde lo difícil era no divertirse. No faltaba nunca el amigo que preguntaba inocentemente el lugar donde habíamos pescado, a lo que solíamos contestar: «En el río». Era más fácil preguntar que gastarse el dinero y el tiempo en exploraciones. Los grandes lucios fueron los protagonistas de muchas de sus emocionantes aventuras caña en mano, a los que no solía dar cuartel y había veces en que terminaban rompiéndole todos los bártulos («¡a ver quién puede más!», decía). Incluso fue tan atrevido que extrajo del agua uno de ellos metiendo la mano en su enorme boca, lo que le acarreó heridas en los nudillos que le tardaron en cicatrizar más de un mes. Cuando le dije que la mayoría de ellos habían sido electrocutados, y que algunas de las especies que convivían con ellos, como las tencas y los blasses parecen haber desaparecido, y que las bogas ya no suben por estos ríos a desovar como antaño, y que el Esla ha quedado desertizado y solo se revitalizan algunos tramos temporalmente con truchas de granja para cumplir con los acotados y concursos, igual que en el Órbigo, el espíritu de mi amigo Clemente pareció descomponerse alargando su figura y reflejando una expresión en su rostro de enorme tristeza, que no fue nunca habitual en él, pues con su socarronería, mezcla de honradez y picaresca, te dedicaba siempre una sonrisa especialmente insinuante y jovial, sobre todo cuando miraba de soslayo. Para los amigos de León Me ha asegurado que nunca más volverá a meter la mano en la boca de un lucio y que tampoco usará ambas para coger cangrejos. Allí nadie tiene la osadía de extralimitarse llevándose la pesca, pues no la necesitan ni para alimentarse ni para presumir. Saben perfectamente que la vigilancia la ejerce quien todo lo ve (no como aquí), y con esto es suficiente. Dice que tienen pensado crear una casa de León para reunir en ella a todos los pescadores de buena voluntad que provengan de esta provincia y sean merecedores de participar en ello. También en el averno quieren imitarles, construyendo un gran hotel leonés que albergue a todos los furtivos: de red, de garrafa, de nasas o butrones, de venenos, de polución, de mano y de caña (que también los hay), así como a algunos administradores corruptos, incapaces o consentidores de situaciones degradantes para el ambiente fluvial, bien custodiados por Pedro Botero en persona (el de las calderas). Y en los sótanos, un club. Una nueva conciencia Estaba ansioso por saber algo más de nuestras vicisitudes fluviales leonesas, pero se le agotaba el tiempo y tuvo que ausentarse con precipitación, no sin antes encargarme que saludase en su nombre a su familia y a algunos de los que fueron sus amigos en los mejores momentos (en especial a los del barrio San Esteban), y que siente mucho que tengan que seguir soportando las inclemencias de unos tiempos en los que hay que estar siempre a cubierto de una lluvia torrencial de normas, arbitrariedades, picardías, abandonos y malos tratos con el ambiente, a lo que ningún político, por comprometido que se vea, es capaz de meterle mano, sobre todo si los intereses económicos campean por sus respetos. Todos esperamos que en el nuevo libro de Educación para la Ciudadanía se incluyan temas donde el respeto por el ambiente, en este caso fluvial, sea de examen obligatorio, y se compute como asignatura de primer orden, al mismo nivel que el respeto al prójimo, sea viejo o joven, discapacitado o capaz, de derechas o de izquierdas, creyente o ateo. Y que esta asignatura sea incluida también en todas las oposiciones relativas al ambiente.

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