Diario de León
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La advertencia llegó al filo de las diez de la noche del pasado 15 de diciembre. «La Eurozona se enfrenta al riesgo real de mostrar su fragilidad en 2017». Cómo no, suscribía Mario Draghi. Cómo no, oían, que no escuchaban, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE. Ocurrió en Bruselas, en una cumbre, la última del convulso 2016, que pasó de puntillas por lo económico. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), según las fuentes consultadas, se mostró «enormemente preocupado» por todo lo que está ocurriendo y todo lo que puede suceder. Ojo con 2017, que pintan bastos con un carrusel electoral incierto.

El duende europeo ha comenzado a regirse por la ley de Murphy. Si algo puede salir mal, saldrá. Ahí está el ‘Brexit’, la mayor crisis política que vivirá el club en décadas y que tendrá un impacto económico que aún nadie ha sido capaz de calibrar. El nuevo año presenta un sinfín de incertidumbres políticas y sólo una certeza: Mario Draghi. El italiano acaba de renovar sus votos con la moneda única anunciando una ampliación del programa de compra de deuda hasta finales de 2017. La decisión anunciada el 8 de diciembre no es casual. Se trata de establecer una red de seguridad en caso de que todo se complique en el plano político. Y todo es todo. El euro entre Draghi y las urnas.

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